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Crítica | Déjate llevar
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La fiera de mi entrenadora

Toni Servillo y Verónica Echegui defienden su cometido, pero no hay punto de apoyo que les permita saltar más lejos en esta comedia previsible y rutinaria

Toni Servillo y Verónica Echegui, en 'Déjate llevar'.
Toni Servillo y Verónica Echegui, en 'Déjate llevar'.

DÉJATE LLEVAR

Dirección: Francesco Amato.

Intérpretes: Toni Servillo, Verónica Echegui, Luca Marinelli, Valentina Carnelutti.

Género: comedia. Italia, 2017

Duración: 102 minutos.

Del choque fortuito entre una feminidad dinámica y explosiva y una masculinidad estática y cuestionable obtuvo la comedia estadounidense de los años 30 la llama para que entrase en combustión uno de los discursos más sofisticados del Hollywood clásico: el de la screwball comedy, territorio donde se daban la mano la herencia del slapstick silente y las nuevas posibilidades expresivas de una comicidad verbal que imprimía velocidad a la puesta en escena e inspiraba imaginativos juegos de montaje. La screwball comedy era un singular islote para la visibilidad femenina –o, mejor, para la celebración del ingenio y la inteligencia femeninas- en un contexto general donde predominaban arquetipos menos liberadores. Fue al mismo tiempo una forma específica y una sensibilidad, pero el destino ha acabado también por convertirla en una fórmula, no del todo invalidada para sostener nuevos discursos marcados por su singularidad, como ilustra buena parte de la obra de la Greta Gerwig guionista.

En Déjate llevar, el italiano Francesco Amato cruza el esquema de la screwball comedy con otro modelo de relato, que, en los últimos años, el cine de vocación popular ha reiterado hasta el abuso: la historia del misántropo que se humaniza por una relación de contigüidad forzada con alguna figura más pura e ingenua o menos peleada con la vida. Así, la película invita a ser definida a través de una de esas operaciones aritméticas que acaban pareciendo ese tipo de eslóganes que hacen salivar al departamento de prensa de una productora: Déjate llevar es La fiera de mi niña (1938) cruzada con Mejor… imposible (1997). Con la particularidad de que la suma de dos fórmulas no equivale necesariamente a la suma de sus aciertos y la mecánica aditiva no hace más que desvelar la estrategia que hay debajo. Toni Servillo y Verónica Echegui defienden su cometido –y sus personajes-, pero no hay punto de apoyo que les permita saltar más lejos en esta comedia previsible y rutinaria que crispa –y embarulla- su desenlace y que tiene su rasgo de menor previsibilidad en la relación puerta con puerta que el protagonista mantiene con su exesposa.

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