Érase una vez el periodismo
Son admirables la precisión, el dinamismo, la claridad y el tono que utiliza Spielberg para narrar esta complicada historia
Denominaban al periodismo el cuarto poder y la historia demuestra que el fango, la corrupción, la mentira y el abuso son ancestrales y fraternales acompañantes del poder. La lógica induce a sospechar que el periodismo también debe de compartir a veces esas lacras, aunque proclame continuamente y sin sonrojo que su esencia y su meta son la investigación de la verdad, la independencia, la libertad de expresión, la objetividad, la denuncia de la injusticia, en fin... esas cosas tan edificantes, solemnes y bonitas. Cuando el cine se ha ocupado de él, algunos descreídos geniales como el escritor y antiguo periodista Ben Hecht, y los directores Howard Hawks y Billy Wilder, se empeñaron con las divertidas y memorables Luna nueva y Primera plana en mostrar el reverso canalla del periodismo, la manipulación como norma, la mezquindad, el todo vale con tal de vender el producto, sus alianzas con la conveniencia. Y, cómo no, el impresionante Welles de Ciudadano Kane, inspirándose en el personaje del magnate de la prensa William Randolph Hearst, hizo un retrato complejo y terrorífico de alguien que encarnó poder absoluto, capaz de propiciar una guerra o destrozar la reputación y la existencia de cualquiera, inocente o culpable, que no aceptara sus órdenes.
Y, por supuesto, existen notables películas, que exaltan las hazañas de un oficio que puede ser tan necesario como peligroso. Algunas basadas en hechos reales, sin necesidad de recurrir a las libertades que ofrece la ficción. Una de ellas es Todos los hombres del presidente, en la que Pakula narraba con rigor y suspense la histórica investigación que hizo con enorme riesgo y mérito The Washington Post para sacar a la luz el sórdido caso del Watergate, el acoso y derrumbe de su urdidor, ese político marrullero y siniestro llamado Richard Nixon, alias “Dick el Tramposo”.
Steven Spielberg, ese lujo del cine, alguien que se mueve con legendario talento en todo tipo de géneros, no había abordado nunca el periodismo. Lo hace con deslumbrante solvencia en Los archivos del Pentágono, la investigación que inició The New York Times y posteriormente The Washington Post sobre otro capítulo en la historia universal de la infamia. Fue la filtración de unos continuos informes internos del Pentágono que revelaban el conocimiento absoluto y cínico de varios presidentes de Estados Unidos (si, incluido el enaltecido y santificado John Kennedy) de que desde sus comienzos la guerra de Vietnam estaba definitivamente perdida, lo cual no impidió en nombre del estratégico enfrentamiento a un nuevo foco del comunismo, que sacrificaran la vida de cincuenta y ocho mil soldados estadounidenses y millón y medio de vietnamitas, incluida ingente población civil.
LOS ARCHIVOS DEL PENTÁGONO
Dirección: Steven Spielberg.
Intérpretes: Tom Hanks, Meryl Streep, Sarah Paulson y Bob Odenkirk.
Género: drama. EE UU, 2017.
Duración: 116 minutos.
Son admirables la precisión, el dinamismo, la claridad y el tono que utiliza Spielberg para narrar esta complicada historia, su tenso y brillante homenaje no solo a los profesionales que alguna vez otorgaron sentido y razón al periodismo más irremplazable, el que hurga en los engaños del poder político, sino también a la aparentemente grisácea dama que jugándose todo lo que poseía consiguió que la gente fuera consciente de esa mentira tan trascendente y celosamente guardada. Esa señora es la dueña del periódico. Y a diferencia del mítico, audaz y posibilista editor Ben Bradlee, ella parece débil, heredó el cargo de su padre y de su suicida marido, tiene mucho miedo y no parecen sobrarle el coraje y la determinación, abogados y consejeros (el Post acaba de salir a Bolsa) intentan persuadirla de que frene la publicación de la noticia, tiene todo en contra, desde el Estado a los jueces, su ruina será total si fracasa. Spielberg hace emotivo y apasionante con su arte el insólito triunfo de los buenos, de los que defendieron cuestiones tan importantes como inaplazables. Todo resulta creíble en esta película excelente. Y Meryl Streep está más allá del elogio. Esta actriz inyecta veracidad a cualquier personaje que interprete. Y sus registros son inacabables. Puede ser (no parecer) lo que dé la gana.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.