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EL HOMBRE QUE FUE JUEVES
Columna
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Más rituales y talismanes

Closas tejía ‘petit point’ y Ana Wagener se da unos toques con espray de turmalina negra antes de salir a escena

Marcos Ordóñez

Agradezco los mensajes recibidos por la columna Antes de salir a escena [publicada el 28 de diciembre] y procedo a seleccionar unos cuantos, porque la lista de rituales y talismanes sería interminable. Marilia Samper me dice: “Durante mis años de regidora he visto de todo: actores que besaban el escenario antes de salir, los que miraban por un agujero del telón para ver si había críticos en la sala, los que daban saltos antes de comenzar, o aquella actriz que nos enseñaba el culo a guisa de protección”. José Ramón Fernández recuerda a José María Rodero santiguándose pero, sobre todo, a Juan José Otegui dando la mano a sus compañeros y despidiéndose con la frase “Me voy para Oviedo” antes de empezar el espectáculo. Ana Wagener no solo se da “unos toques con espray de turmalina negra en muñecas, nuca y el centro del pecho, que protegen y tranquilizan”, sino que además lo repartió “con todos los integrantes del Hamlet de Miguel del Arco”.

Jorge Basanta repite cuatro mantras para controlar el miedo: “No vamos a operar a nadie”; “Estoy aquí porque quiero y nadie me obliga”; “Sí, sí, quiero hacer la función” y “Esta noche lo vais a flipar”. Pedro Lendínez de Haro se encomienda a familia y compañera, suspira y dice el lema: “Sin temor ni esperanza”. Paco Déniz repasa el texto mientras da vueltas y vueltas entre cajas y, ya en grupo, prepara un té. “Nos frotamos las manos y las chocamos con fuerza, repetimos la palabra ‘éxito’ tres veces y nos aplaudimos unos a otros”. Como muchos actores, tiene la superstición de rastrear clavos o tornillos que ha de arrojar “en alguna papelera lejana”. “Si hay algún error en la función se lo achaco a no haberlo hecho a tiempo”. Ramón Vila hace exactamente lo mismo, pero también ha de repasar todos los bolsillos del vestuario, “por si sobra o falta algo”. Y no olvida nunca “saludar y dar las gracias al edificio después de la función, especialmente al final de temporada”.

Carolina África me cuenta: “En la Belloch siempre hacemos un círculo con los actores y dibujamos en el aire un chokurei, símbolo de reiki, para llamar a la energía, y luego nos abrazamos”. Miquel García Borda escucha siempre la misma canción de Counting Crows: “Después busco un punto donde concentrarme y repito una oración privada, dedicando la función a mis padres”. Y Monti Cruz suele repetir entre cajas “las frases de dicción más complicada, para que lleguen al público con la máxima claridad”.

En el apartado de precisiones, Concha Barral me escribe para modificar el dato de que Alberto Closas hacía ganchillo para tranquilizarse: “En realidad, tejía petit point o demi point, que requiere una habilidad superior. Y lo hacía de modo deslumbrante. En una ocasión, le dio tiempo para bordar toda una sillería isabelina con una flor de lis sobre fondo azul”. Ramón Vila me señala que, “al parecer, la superstición de que silbar en escena trae mala suerte está relacionada con las señales que se hacían los tramoyistas: si un profano silbaba, podía llevarles a error”.

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