Sudáfrica, modernidad y salvajismo
Su apuesta formal por lo agreste, donde solo se distingue un puñado de efectos en el tratamiento del sonido, se antoja tan abrasiva como coherente
LA HERIDA
Dirección: John Trengove.
Intérpretes: Nakhane Touré, Bongile Mantsay, Niza Jay, Thoban Mseleni.
Género: drama. Sudáfrica, 2017.
Duración: 88 minutos.
En Sudáfrica, prototipo de estado africano abierto y emergente, y principal economía del continente, pueden convivir la modernidad del último modelo de teléfono móvil y el rito iniciático de la ukwaluka, una especie de salvaje circuncisión que marca el paso de la adolescencia a la edad adulta, realizado en bosques apartados y en condiciones de higiene y curación más cercanas a las de las tribus del siglo XVII que a las del país que avanza en el siglo XXI con presupuestos para la educación en torno al 20%. Y no es que ambos extremos puedan darse en distintas partes del territorio o en diversos estratos sociales: es que pueden convivir en una misma persona si es que su familia sigue apegada a las tradiciones de la tribu de los xhosa.
“¡Soy un hombre!”, gritan los adolescentes, a los que les está prohibido llorar, tras serles cortado el prepucio, sin anestesia y en condiciones rudimentarias, en la primera secuencia de La herida, reveladora película del sudafricano de raza blanca John Trengove. En tales circunstancias hablar de homosexualidad se acerca directamente al sacrilegio, pero precisamente sobre eso discurre la película: no tanto sobre la herida de la ukwaluka que deben curar los chavales en esos días de supuesto aprendizaje, sino de la a veces mortal herida interior de sentirse diferentes en el aspecto sexual. Una llaga mucho más peligrosa, en unos ambientes donde la tolerancia es simplemente una quimera, y que es tratada por Trengove en tono de tragedia, entre lo atávico y lo romántico.
Con una animalidad en los comportamientos que, en ciertos aspectos, puede recordar al tratamiento de la homosexualidad en ambientes muy distantes en el espacio pero de semejante raigambre tradicional, caso de Brokeback mountain, La herida apela a la descripción detallista, al retraso de la información —es en los últimos minutos donde acaban de verbalizarse los conflictos y donde se acumulan las acciones en torno a la tragedia—, y a la minuciosidad de los aspectos más físicos, lo que lleva a que su relato pueda convertirse en una continua cuesta arriba de complicada digestión.
Sin embargo, su apuesta formal por lo agreste, tanto en su fondo como en su forma, donde solo se distingue un puñado de efectos en el tratamiento del sonido, se antoja tan abrasiva como coherente. Lo melodramático y lo sensacionalista deben quedar fuera de un retrato fundamentalmente sensorial que, de todos modos, debería ser mucho más eficaz de puertas adentro —en la propia Sudáfrica— que en los cines de versión original del mundo occidental.
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