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Crítica | KÉKSZAKÁLLÚ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fuga del castillo de Barbazul

Cualquiera de sus imágenes brillaría con fulgor en un festival de cine por su calidad compositiva, pero una antipática opacidad domina y condiciona la película

Imagen de 'Kékszakállú'.
Imagen de 'Kékszakállú'.

KÉKSZAKÁLLÚ

Dirección: Gastón Solnicki.

Intérpretes: Laila Maltz, Lara Tarlowski, Katia Szechtman, Denise Groesman.

Género: drama. Argentina, 2016

Duración: 72 minutos.

Una chica se pasea por el interior de una estancia que alberga una colección entomológica en un momento de Kékszakállú, segundo largometraje de ficción del argentino Gastón Solnicki. El montaje da paso a una serie de planos cortos de los insectos minuciosamente clasificados, cada uno de ellos atravesado por un alfiler. Todo eso sale al encuentro del espectador ya avanzado el metraje y sin que, a esas alturas, este haya conseguido orientarse y extraer un sentido satisfactorio en esta película que hace de la fragmentación su principio rector: Solnicki no ha puesto nombre a sus personajes, ni se ha preocupado en establecer sus relaciones, ni su parentesco, salvo en momentos puntuales. La figura dominante en el lenguaje visual de la película han sido planos fijos en los que la figura humana aparece enmarcada, cuando no atrapada, en angulosas arquitecturas. Y resulta inevitable pensar si esas presencias dominantemente femeninas no son, en el fondo, como los escarabajos joya que, en ese instante, contempla esa muchacha; si no es el propio cineasta, en definitiva, quien está actuando como entomólogo de estas jóvenes que parecen atrapadas en un tedio estival espeso –y asfixiante- como la resina.

La película hace explícita su fuente de inspiración: El castillo de Barbazul, única ópera de Béla Bartók y, al mismo tiempo, único asidero del que dispone el espectador para abrirse paso entre estas elaboradas imágenes de vidas embalsamadas. Poco a poco, se irá focalizando la atención sobre una joven universitaria que quizá sea la única figura capaz de emprender una fuga de ese estado de opresión intangible que se insinúa como persistente subtexto de Kékszakállú. Cualquiera de sus imágenes brillaría con un fulgor muy particular en el catálogo de un exigente festival de cine por su calidad compositiva, pero una antipática opacidad domina y condiciona la película.

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