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Crítica | Destinos
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un cadáver llamado Bulgaria

El filme presenta un panorama de corrupción generalizado y, sobre todo, un clima moral aún más enviciado

Javier Ocaña
Imagen de 'Destinos'.
Imagen de 'Destinos'.

DESTINOS

Dirección: Stephan Komandarev.

Intérpretes: Ivan Barnev, Georgi Kadurin, Borisalva Stratieva, Anna Komandareva.

Género: drama. Bulgaria, 2017.

Duración: 103 minutos.

Que el interior de un taxi puede ejercer de microcosmos de toda una sociedad y de su estado nos lo ha venido diciendo el cine en películas tan distantes —en tonos, objetivos y calidades— como la española Los ángeles del volante, la estadounidense Taxi Driver, la iraní Taxi Teherán y la directamente global Noche en la tierra. Películas corales, casi todas ellas episódicas, que acababan describiendo no sólo a los individuos que se subían y bajaban, y por supuesto a sus conductores, sino también a países en lucha, normalmente consigo mismos, acuciados por males representados por los comportamientos y los idearios que vomitaban sus pasajeros. Y hasta ese territorio llega también la búlgara Destinos, retrato colectivo de un país a la deriva, “un cadáver” más que un enfermo, según se cita textualmente en la película.

Con una mayor desesperanza que la desplegada en su anterior obra estrenada en España, la un tanto tibia El mundo es grande y la felicidad está a la vuelta de la esquina, del año 2008, Stephan Komandarev, su director, no tiene piedad con sus personajes ni con el país, donde hay palos para todos. Y en esta década transcurrida desde El mundo es grande… parece haber tirado la toalla respecto de su confianza en una nueva Bulgaria, ejemplificándolo incluso en sus irónicos textos: “Bulgaria es el país de los optimistas. Los pesimistas y los realistas se han marchado ya”. Todo ello expuesto a través de agilísimos planos secuencia en cada uno de sus relatos consecutivos, donde la cámara parece ser un personaje más, colocándonos en situación de espectadores privilegiados del derrumbe.

Como también nos han venido contando algunos de los compañeros cinematográficos de generación de Komandarev —Grozeva y Blachanov en La lección y Un minuto de gloria—, Destinos presenta un panorama de corrupción generalizado y, sobre todo, un clima moral aún más enviciado, en el que solo sobra cierta tendencia al tremendismo y el innecesario recurso del discurso radiofónico, que únicamente redunda en lo que ya se está exponiendo en las imágenes.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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