Las comedias populares de Cervantes saltan de nuevo a la escena
Ernesto Arias dirige en el Teatro de la Abadía ‘Dos nuevos entremeses…nunca representados’
Como dramaturgo, Cervantes estuvo siempre sometido a la tiranía de Lope de Vega que lo abarcaba todo. No tuvo el éxito que esperaba. Nunca pudo ver representadas sus obras dramatúrgicas. Su frustración la dejó, incluso, escrita: “No hallé autor que me las pidiese, puesto que sabían que las tenía; y, así, las arrinconé en un cofre y las consagré y las condené al perpetuo silencio”. El Teatro de la Abadía, en Madrid, pone de nuevo en escena dos de los ocho entremeses que el autor de El Quijote dejó escritos, tras las producciones que en el mismo centro dirigió José Luis Gómez. Ernesto Arias dirige este nuevo montaje bajo el título Dos nuevos entremeses... nunca representados, que engloban El rufián viudo llamado Trampagos y La guarda cuidadosa, la primera escrita en endecasílabos y la segunda en prosa, y que se adentran en un mundo lúgubre y plagado de personajes desvalidos.
Es la primera vez que Ernesto Arias (Oviedo, 1969) se enfrenta al universo cervantino como director y contribuye así a saldar lo que para él es una cuenta pendiente con el autor. “Sus obras no se representaron en vida pero hoy, tampoco, creo que se le dedican los montajes que se merece”, explica Arias. El espectáculo, con diez actores sobre el escenario y que estará en La Abadía hasta el próximo día 10, nació de unos talleres de investigación sobre el lenguaje y la palabra de Cervantes que se centraron en los entremeses, auténticos retratos de la España que le tocó vivir. “El rufián viudo llamado Trampagos y La guarda cuidadosa, a pesar de que son muy diferentes, tienen cosas en común. Me interesó mucho indagar en ese universo común. Los dos son de ámbito urbano, uno en Madrid y el otro en Sevilla, y en ambos la trama gira en torno a la elección de pareja sentimental. Justo antes de esta elección, hay en las dos obras una pelea feroz entre los pretendientes”, explica Arias, en un despacho de la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático)donde este curso imparte clases.
La serenata, el canto lanzado a los balcones de los amantes, es en algún sentido el hilo conductor de la historia que une a los dos relatos breves, cuyos personajes se mueven entre los sueños y la realidad, en medio de un mundo de miseria y desvalimiento. “Hay personajes en estas obras que recuerdan claramente al personaje del Quijote, un ensoñador delirante. Cervantes plantea aquí también la necesidad de soñar, la necesidad de agarrarse al mundo de la fantasía para seguir vivos. Y, al mismo tiempo, somete a sus personajes a la implacable realidad que les deja mucho más desvalidos de lo que están. Cervantes confronta esos dos mundos, el de los sueños y la vida real, porque la felicidad y el triunfo para él depende de cómo gestiona cada uno esos mundos”, añade el director.
Arias defiende la gran sensibilidad que desprendía Cervantes hacia la mujer y, por ello, el mundo femenino está muy presente en el montaje de La Abadía. Convencido de que la igualdad entre hombres y mujeres no está todavía superada, Arias finaliza su espectáculo con el monólogo de la pastora Marcela, que aparece en el capítulo XII de El Quijote. Asomada al balcón, Marcela, aquí una doncella, apuesta por su libertad y por la decisión de vivir sola. “Escojo estar sola. No quiero ni aborrezco a nadie. Tengo condición y no gusto de sujetarme”.
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