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La FIL consagra la pasión por la realidad de Carrère

El escritor recibe el premio de la feria en un acto en el que Carmena ensalzó las relaciones entre México y Madrid, invitada de honor

Iker Seisdedos
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Emmanuel Carrère, tal vez el más brillante de los “aduaneros” que ejercen hoy en la frontera que separa la ficción y la no ficción (“A falta de un mejor término”), desveló ayer en la jornada inaugural de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) “dos o tres cosas concretas” sobre su experiencia como escritor: que el poder que uno tiene sobre “las criaturas reales” implica una responsabilidad mayor que en el terreno de la novela; que él, por suerte, aún no ha llegado nunca tan lejos como para ser “golpeado o demandado” por ninguno de sus personajes, pese a que algunos, eso sí, acabaron por odiarle; y que si es difícil tratar las vidas ajenas, tampoco es fácil gestionar la propia en ese género “antes conocido como autobiografía y hoy, como autoficción”.

800.000 visitantes en el mayor escaparate editorial

D. M. P.

La Feria del Libro de Guadalajara (FIL) es el mayor escaparate editorial en español y la segunda feria del mundo detrás de Fráncfort. Durante nueve días, 700 autores de 41 países se repartirán por las mesas de debate, conferencias, presentaciones y eventos de un caserón de 34.000 metros cuadrados que espera a más de 800.000 visitantes. A diferencia de la cita alemana, público y negocio se reparten los focos en el certamen. El año pasado, la venta de libros y de derechos superó los 40 millones de dólares. En esta edición se espera la asistencia de más de 20.000 profesionales del libro, más de 2.000 editoriales y 400.000 títulos. Como novedad este año, se inaugura un salón integro para el cómic y la novela gráfica latinoamericana, que concentrará la actividad editorial de Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, España y México.

Madrid, nodo de actividades durante esta 31ª edición, se convierte en la segunda ciudad invitada por la feria después de Los Ángeles en 2009. El batallón de la capital española incluye a 200 creadores entre escritores, músicos, artistas visuales y arquitectos.

El autor de Limónov prefirió tirar del hilo confesional a ofrecer “una teoría de la literatura” —“No tengo ninguna”, se excusó—, en su discurso de aceptación del Premio FIL de Lenguas Romances. Lo hizo ante un auditorio abarrotado, que se fue llenando desde tres horas y media antes de su conferencia, con la clase de expectación popular que hace de la gran cumbre de la literatura en español algo único.

Carrère escuchó los discursos que le precedieron sentado en una mesa repleta de personalidades políticas y literarias. Eso incluyó a dos premios Cervantes (Fernando del Paso y el más reciente, Sergio Ramírez) y a un escritor mexicano, Jorge Volpi, que ofreció un agudo repaso a la trayectoria del francés. Y también a Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, ciudad invitada de honor a la FIL.

Carmena tomó la palabra en nombre de la embajada enviada por el Ayuntamiento, que ha traído a Guadalajara una interesante y diversa representación de la vida cultural de la ciudad. Hizo una defensa cerrada de la literatura del sentimiento ("Sin ella, no habría derechos humanos”), recordó los tiempos en los que el antifranquismo se nutrió de los libros llegados de México y apostó porque la ciudad continúe siendo, como quiso Antonio Machado, “rompeolas de todas las Españas”, también de las de este rincón hermano del mundo. Los aplausos llegaron para la alcaldesa (que tenía prevista una charla por la tarde con el director de EL PAÍS, Antonio Caño) cuando se afirmó en su promesa de alentar la creación de una Casa de México en el centro de Madrid.

Recuerdo a Juan Rulfo

También fue vitoreado Carrère con su recuerdo a la figura del escritor de Jalisco Juan Rulfo, que habría sido centenario este año que termina. El encuentro, “a los veinte años”, con sus libros Pedro Páramo y El llano en llamas, una obra breve pero de “enorme poder de irradiación”, “fue una de las experiencias más fuertes” de la vida del autor francés “como lector”.

No fue Rulfo el único maestro de la literatura convocado por Carrère. El primero, por razones tal vez obvias para su creciente legión de lectores en español, fue Truman Capote, autor de A sangre fría, un libro que hibrida el periodismo a partir del “asesinato de una familia de granjeros por unos desconocidos en Kansas”. Una obra fascinante que, confesó, se tiró años intentando imitar. Con Capote, Carrère se dio de bruces con la imposibilidad de escribir “un libro objetivo e impersonal”, al tiempo que descubrió que la culpabilidad está reñida con el genio. Cuando decidió introducirse él mismo como personaje en El adversario, a la manera Capote, esa elección no sólo desatascó el proceso creativo sino que, dijo ayer, le “cambió la vida”.

Como queriendo dar un sentido ético a tanta toma de partido estética, el escritor acudió entonces a una anécdota de Dickens, que en cierta ocasión modificó la trama de una de sus historias para no herir a una mujer a la que todo el mundo identificaba como el espejo real de un personaje inventado ciertamente detestable. ¿Fue pura cobardía? Más bien, según Carrère, se trató del acto máximo de generosidad y libertad del que es capaz la literatura. “¿No son al fin y al cabo la misma cosa?”, se preguntó.

Con ese interrogante en el aire dio por comenzada la FIL de los 400.000 libros y las dos mil editoriales, la FIL, también, de Madrid, cuyo pabellón, obra del arquitecto Alberto Campo Baeza, con su mezcla de blanco y negro y su alusión al León Felipe de Ganarás la luz, vertebrará hasta el próximo domingo la vida cultural de esta anual república de las letras en español.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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