El padre rapero no es ningún niñato
El documental ‘Niñato’ describe el día a día de un músico al cargo de tres críos
Lo que todavía parece normal en una mujer, se destaca en un hombre. Pero Niñato tampoco lo lleva a gala. “Me separé casi a la vez que mi hermana, y decidí hacerme cargo del día a día de mi hija y de mis sobrinos”, asegura David Ransanz, Niñato como rapero. A su lado su amigo Adrián Orr (Madrid, 1981), que durante seis años ha grabado a David, su hermana, los tres niños y la abuela, que conviven en dos pisos adyacentes.
En 2013 estrenaron el corto Buenos días, resistencia; Orr sintió que había más que filmar y contar, y así ha llegado Niñato (2017), documental elegido mejor película internacional en el Bafici de Buenos Aires, ganador de la sección Nuevas Olas en el certamen de Sevilla, y que ha recogido galardones en Sarajevo, en el FICQ de Quito, en el suizo Visions Du Réel; tras proyectarse en l’Alternativa de Barcelona inaugura hoy el madrileño Márgenes. Orr, recién aterrizado de Cali (Colombia), ya prepara su viaje a México a los Premios Fénix del cine sudamericano.
En el filme hay una nebulosa sobre quién es el padre de los chavales Oro -un chaval carismático que apunta todo un potencial como rapero-, Mía y Luna. “Está planeado así desde que hicimos el corto. La información está en pantalla, aunque no se subraya. Para mí David ha hecho siempre ese rol de padre, que surge no de los lazos sanguíneos sino de la responsabilidad que asumes. El público a veces no distingue tampoco entre su hermana y su novia. No me preocupa, porque lo importante es la relación creada entre los cuatro”, cuenta Orr. “Ese intercambio de roles pasa en muchas familias. En mi caso, mis tíos han sido muy padres míos, y mi padre muy poco padre”.
Las nuevas familias
La sociedad española ha cambiado en el siglo XXI. “Las familias han cambiado hoy y te organizas como puedes para salir airoso. Siempre pienso en la frase que dice David cuando despierta a los niños: ‘Somos un equipo y cada uno tiene sus responsabilidades’. Esa idea resuena en todo filme”. Niñato se defiende: “Eso pasa con cualquier familia que viva en un piso pequeñito. Soy el hombre que vive en el pasillo entre las casas”. Entre él y su madre llevan las labores del hogar. “Decidí no coger trabajos mal pagados, y me centré en los niños y la música, en lo que me hacía feliz”. En un momento del documental, Niñato recoge al trío infantil para llevarlo a comer y a casa. A su alrededor van aumentando por días los padres en paro que también han sacado a sus hijos del comedor. Niñato les anima. “Me gusta que el espectador intuya lo que pasa, pero no remarcarlo. Se ve la crisis, David está en el paro con 37 años. Me interesa más lo que pasa en la casa”.
Otro acierto de Niñato es cómo Orr, ayudante de dirección de Alberto Rodríguez, Santi Amodeo o Javier Rebollo, hasta este salto al largo, muestra el paso del tiempo: “He creado un presente continuo para que al final se noten soterrados los cambios”. Y sin que los niños pierdan naturalidad. “Es que Adrián también es parte de mi familia: está muchas veces en casa oyendo musiquita viendo películas conmigo, los niños le conocen”, cuenta Niñato, mientras que el director recuerda cómo se conocieron: “Crecimos en las mismas calles, entre el Barrio del Pilar y Saconia, y a los 17 años entré como dj en su grupo de hip-hop. Yo estaba encantado, porque iba con chicos mayores. Admiro su pasión por la música, aunque no le vaya bien para el talentazo que tiene”. Niñato le mira y confiesa: "Para mí la música es una bombona de oxígeno muy importante. Necesito seguir haciendo música, a pesar de que desde hace mucho no tengo ninguna esperanza de que suene ninguna flauta. Otros se juntan a echar pachanguitas con amigos, nosotros nos reunimos a mezclar bases, rimas, a organizar conciertos. Sin más pretensiones. Para ser felices, porque nos gusta... hacer lo nuestro".
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