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Laboratorio de heterodoxias pasadas y futuras

El festival belga Sonic City, celebrado en Kortrijk, tuvo como estrella a Thurston Moore, exmiembro de Sonic Youth

El músico Thurston Moore, en su actuación en el festival belga Sonic City.
El músico Thurston Moore, en su actuación en el festival belga Sonic City.Alex Vanhee Photography

Que un festival musical propone una experiencia lúdica parece indiscutible, pero no siempre es un evento estimulante de la vibrante dialéctica entre lo que ya conocemos y lo que no podríamos ni imaginar. En su décima edición, el festival belga Sonic City —este año celebrado en una nueva ubicación, el espacio Depart, en la ciudad de Kortrijk, del pasado 10 al 12 de noviembre— tuvo como comisario a Thurston Moore. El antiguo miembro de Sonic Youth, ideólogo de la revolución alternativa en los noventa que entronizó a Nirvana, pero asimismo abrió las compuertas a una concepción más abierta y exploradora del rock, planteó un cartel donde la experimentación era rasgo principal y los presentes acabamos conversando en lenguajes incógnitos. Todo ello sin patrocinio comercial ni figurones de temporada, tan solo ayuda institucional. 

Hubo guitarristas de un heterodoxo virtuosismo, como Nels Cline, que ofreció un fantástico pase en solitario finalizando una etérea balada con pura improvisación ruidista. Steve Gunn y su banda se mecieron en volátiles desarrollos folk-rock, y Marisa Anderson adaptó tonadas tradicionales a un libérrimo contexto. También se disfrutó a veteranos: los británicos Wire, pospunk de cosecha, o la resurrección de This Is Not This Heat, que acoge a dos miembros originales y a un nutrido grupo de jóvenes músicos capacitados para rememorar la excéntrica ambrosía progresiva y aliñarla con dinámicos pasajes desde dos baterías y variados instrumentos. Las neoyorquinas UT, rescatadas de aquella No Wave que impulsaría una reformulación estética tras agotarse la generación punk, sonaron nerviosas pero veraces, y el dúo de enloquecidos cellos que forman Marcia Bassett y Samara Lubelski nos inyectó un raro veneno, al igual que la experimentalista neoyorquina Margaret Chardiet, alias Pharmakon. Sorprendió el joven trío finlandés Olimpia Splendid, tres chicas con guitarras y una caja de ritmos reinventando el rock desde el sofoco de una terapia de grito primario.

Sun Kil Moon, cuyo líder Mark Kozelek presentaba material de sus nuevos ¡cuatro álbumes! lindando un suave recitado hip-hop en sus personales letras, invitaron a Nels Cline a recordarnos sus filigranas solistas en el seno de Wilco. Todo un acierto. Los australianos Liars, con Angus Andrew ataviado de novia desplantada ante el altar, viraron hacia la electrónica de choque pese al cariz acústico de sus últimas canciones. Y la imparable y casi epiléptica coreografía de guitarras, bajo y batería de los holandeses The Ex, la clase de rock que agita conciencias y músculos por igual, transmitió con meridiana claridad que la anarquía podría llegar a ser una benigna realidad. Moon Duo actuaron en la fiesta de presentación, junto a las jóvenes promesas Metz y The Soft Moon, activando sus viajes astrales entre la psicodelia visual y los ritmos krautrock, pero sonaron clasicotes en comparación.

El ecléctico activismo del comisario Moore se regodea en los extremos. Inolvidable fue el apocalipsis portátil del japonés Keiji Haino, quien acompañado de Teun Verbruggen y Jozef Dumoulin levantó una salvaje ventisca entre aciaga y espiritualmente nutritiva. Tras su pase, un extático Moore comentaba: ‘’Nada puede ser mejor que esto’’. Y también estremecieron la tremenda descarga de apabullante hip-hop/metal de Dälek, el trío de Nueva Jersey, o la asilvestrada presentación de la joven afroamericana Moor Mother, una nueva generación mezclando rima y distorsión. Abundaron las sorpresas en el segundo escenario: lecciones de free jazz todavía vital y rupturista como el ofrecido por Joe McPhee o los jóvenes y brillantes James Brandon Lewis Trio; la extrañeza lynchiana del artista plástico Cameron Jamie y el dibujante y radiofonista belga Dennis Tyfus; o la solemne función de la artista polaca Ela Orleans, que murmura tonadas sentada ante su ordenador mientras proyecta imágenes del Vampyr de Dreyer. Entre tanta expresividad de alto riesgo, tal vez lo más extremo fue asistir a la performance de The New Blockaders, cuyo líder, Richard Rupinus, maltrata a un sufrido piano con martillo y serrucho. Hostilidad nihilista.

'Performance' de The New Blockaders, con Richard Rupinus, serrando su piano.
'Performance' de The New Blockaders, con Richard Rupinus, serrando su piano.Alex Vanhee Photography

Finalmente triunfó lo inesperado. Por ejemplo, la supersónica alianza entre Thurston Moore —que también actúo con su grupo como parte de la gira de presentación de Rock’n’roll Consciousness—, el saxofonista sueco Mats Gustafsson y Stephen O’Malley, guitarrista de los estadounidenses Sunn O))), tremenda ascensión sónica en la que perdimos gozosamente la noción del tiempo. Y la última palabra al respecto se la escuché a Katherina Bonerfeld, baterista de The Ex: ‘’Cuando actuamos generamos un espacio de libertad en el que las personas se vean impelidas a tomar decisiones sobre sus vidas. Sabemos que el mundo es un horrible caos, pero todos podemos ser lo que queramos ser, creadores o cualquier otra cosa’’. El estruendo como empoderamiento: eso tan humano de la imposible y por ello tan anhelada búsqueda de lo absoluto.

Thurston Moore Group actúan el 21 de noviembre en La [2] de Apolo, Barcelona, y el 22 en Copérnico, Madrid.

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