La parálisis y el gesto
En la película se filtra una tendencia al exceso dramatúrgico que delata su autoría
Charlie Chaplin atribuía a las posibilidades del lenguaje cinematográfico su liberación de esa tiranía de exagerar el gesto que había condicionado su carrera previa en los teatros de variedades. Andy Serkis, gran estrella de la técnica digital de captura de movimiento –suyos han sido el Gollum de la saga de El Señor de los Anillos, el King Kong de Peter Jackson y el César de la nueva trilogía de El Planeta de los Simios-, quizá podría argumentar todo lo contrario: la argucia tecnológica que le ha llevado a la fama parece inspirar un nuevo modelo de sobreactuación gestual, orientada a afirmar la presencia de un actor de carne y hueso bajo la imagen de síntesis. Serkis no ha podido escoger un material de partida más alejado, en apariencia, de sus especialidades como actor –un académico biopic de autosuperación personal, con abundantes estímulos para la lágrima-, pero, de alguna manera, en Una razón para vivir se filtra una tendencia al exceso dramatúrgico que delata su autoría.
UNA RAZÓN PARA VIVIR
Dirección: Andy Serkis.
Intérpretes: Andrew Garfield, Claire Foy, Hugh Bonneville, Tom Hollander.
Género: drama. Gran Bretaña, 2017
Duración: 118 minutos.
La película documenta el viacrucis del joven comerciante de té Robin Cavendish que, tras contraer la polio a los 28 años de edad, decidió no sólo no asumir su diagnóstico como sentencia inapelable, sino luchar por mejorar sus condiciones de vida y las de otros pacientes en su condición. Subordinado de por vida a la ventilación mecánica, Cavendish vivió hasta los 64 años frente al pasmo de una comunidad médica que, en su momento, no le había augurado ni tres meses de vida. En su piel, un Andrew Garfield con el rostro como único elemento expresivo se ve, en el fondo, tan obligado como Serkis en sus trabajos de captura de movimiento a forzar su gestualidad para construir un carácter dentro de este ejercicio hecho con tiralíneas que encierra una vida ejemplar en una fórmula.
Babelia
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