La escritura valiente
Además de preocuparse por la literatura, por la escritura, por el lenguaje, Rosa Montero nos habla, nos seduce
Fue la mejor noticia que podría haber recibido ayer: Rosa Montero, Premio Nacional de Las Letras. Y no porque la quiera, que sí la quiero, sino porque se lo merecen ella y su literatura.
Hace algunos años, una alumna de un taller de escritura me dijo: “Cuando leo a Rosa Montero siento que estoy con ella, en un bar, tomando un café y que Rosa me habla, me cuenta, escucho su voz como si la conociera”. La confesión de mi alumna describía con exactitud lo que me sucedía y me sucede a mí misma cuando la leo. Todos los buenos escritores se esfuerzan por buscar las palabras precisas, por usar el lenguaje con la delicadeza de un artesano. Algunos de ellos, además, nos hablan. Haciendo honor a lo que dice Roland Barthes en El placer del texto, usan la escritura como un Kamasutra para seducir al lector en un acto casi de amor. Y Rosa Montero es una de las que además de preocuparse por la literatura, por la escritura, por el lenguaje, nos habla, nos seduce. A partir de esa palabra escrita nos sumerge en el mundo que abre frente a nosotros, nos cuenta una historia, nos transmite un dolor, un desasosiego o una alegría, nos muestra quiénes son esos personajes entrañables que crea y con los que es imposible no generar empatía.
¿Cómo lo logra? Con trabajo, con profesionalidad, con talento literario y con valor. Para hablarle al lector hay que tener valor. Bruna Husky nos habla (Lágrimas en la lluvia, El peso del corazón), Lucía nos habla (La hija del caníbal), Madame Curie nos habla (La ridícula idea de no volver a verte), Soledad nos habla (La carne), Rosa Montero nos habla (La loca de la casa).
Un escritor que más allá de ocuparse hasta el insomnio por el lenguaje y la literatura le habla a sus lectores, en este mundo de apariencias, distancias y soberbia, es un escritor valiente. Rosa Montero lo es. Y se merece este premio y muchos otros.
Claudia Piñeiro es escritora.
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