La eficacia del superventas
Su relevancia apenas alcanza un estrato superficial
Tras un tiempo en el que casi resultaba extraño que una película española adaptara una novela previa, operación que parecía proscrita para la mayoría de los productores, nuestro cine —y también la televisión— lleva alrededor de un lustro cambiando el sentido con puntuales traslaciones a la pantalla de diversas novelas, principalmente best sellers, consciente de que detrás de ciertos fenómenos literarios hay millones de lectores con los que medio camino hacia el objetivo comercial parece ya labrado. Una travesía a la que se acerca Jaume Balagueró, tras ocho producciones consecutivas sin refrendo editorial previo, con Musa, basada en la novela de José Carlos Somoza La dama número 13, relato de terror apoyado en diversos guiños a la alta literatura, pero que en su narración es puro alimento para el público de masas: entretenimiento pasajero, ausencia de trascendencia y choque emocional alrededor de las más altas pasiones.
MUSA
Dirección: Jaume Balagueró.
Intérpretes: Elliot Cowan, Ana Ularu, Franka Potente, Leonor Watling, Manuela Vellés.
Género: terror. España, 2017.
Duración: 91 minutos.
La película, de este modo, se convierte en un correcto superventas en imágenes, con gusto, bien contado y convincentemente interpretado, que se puede ver con cierta soltura, pero que nunca atraviesa. En Balagueró siempre hay un narrador poderoso y un eficaz promotor de representaciones y tramas con regusto sobrecogedor. Sin embargo, en Musa, coproducción con Irlanda, Francia y Bélgica filmada en inglés, no hay ese aura malsana que ya desde Los sin nombre —su ópera prima y su única traslación de novela junto a la presente— ha caracterizado al director catalán, ya fuera desde una órbita más polanskiana —Mientras duermes—, o desde el insólito y personalísimo artefacto terrorífico no exento de sentido del humor —la saga Rec—.
La intriga de Musa, en principio relacionada con las sectas, aunque posteriormente dirigida hacia un terreno sobrenatural que no siempre converge bien con la cotidianidad en la que se ambienta, sobre todo en el personaje de la prostituta, se articula a través de la poesía, y se acude a detalles cultistas procedentes de nada menos que Dante, Milton, Keats, Cavafis y Shakespeare, entre otros. Pero su complejidad no va más allá de lo necesario, y su relevancia, pese al auxilio de los grandes temas de la existencia —el amor, la maternidad, el recuerdo, la creación—, apenas alcanza un estrato superficial.
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