Música en estado natural
El Festival Autoplacer cumple ocho años como espacio para la música española autoeditada
La música, como la gravedad, puede hacer que las personas se acerquen a ella sin otro fin que su disfrute. La atracción del sonido es una fuerza natural cuando no hay intereses más allá que los de unos por escuchar a otros que quieren ser escuchados. Al Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M), en Móstoles (Madrid), han acudido el pasado 21 de octubre alrededor de mil personas de todas las tribus urbanas y de todas las edades. Dentro se celebraba la octava edición del Festival Autoplacer, un espacio para la música autoeditada de la escena española. La entrada era gratuita, pero el interés del público era excesivo.
Entre la concurrencia había familias con niños pequeños, grupos de amigos y entusiastas solitarios abarrotando las diferentes salas del edificio. En algunos espacios, como el foro de conciertos, el mercadillo de disqueras y editoriales y la propia entrada del recinto, era casi imposible caminar debido a las aglomeraciones. El cartel ofrecía 12 horas de música en directo de artistas cuyo denominador común es que han editado por su cuenta, sin disqueras ni patrocinios, sus propias grabaciones. Entre ellos destacaban algunos nombres ya conocidos localmente, como El Coleta o Lidia Damunt, pero en su mayoría se trataba de artistas emergentes y de la escena sumergida, como Tronco, Cosmo-K, Kou Keri Kou o La URSS.
“La autoedición es el fundamento”, ha explicado Roberto Salas, uno de los organizadores del evento. No se trata, sin embargo, de un festival para músicos de segundo nivel o con pocas aspiraciones. Lo que se tiene en cuenta para la elección del cartel y la esencia propia de Autoplacer es “una actitud común”, destaca Salas. “Nos fijamos en que los proyectos no estén enfocados en lo comercial”. Aunque eso no sea necesariamente porque a los artistas no les interese obtener ganancias de su música ni que rechacen firmar por una disquera en un futuro. Para comprobarlo, Salas recuerda algunos nombres que pasaron por el festival y que ahora graban con alguna compañía discográfica y son conocidos por públicos más amplios: Joe Crepúsculo, Caliza, Juventud Juché o Lorena Álvarez y su Banda Municipal. “No buscamos una militancia”, asegura.
Autoplacer/Sindicalistas, el colectivo que lleva a cabo este evento, surgió en 2009 por el interés de cuatro amigos ─José Díaz, Manuel Moreno, Adolfo Párraga y el propio Salas─ de difundir la música que encontraban en el sitio de internet MySpace. Para ello organizaban sesiones en diferentes locales icónicos de Madrid, como La Vía Láctea o el Freeway, en las que pinchaban esas canciones que descubrían en la red. Luego, el CA2M les abrió las puertas durante sus Picnic sessions, que organiza todos los jueves de junio y julio en la azotea del recinto. Hasta que en 2014 bajaron al interior del centro cultural y pudieron dedicar un día entero a presentar conciertos en directo bajo la filosofía de la autoedición. En esa labor se mantienen hasta el día de hoy.
El público del Autoplacer respondía a la misma heterogeneidad del cartel del festival. Por eso la circulación de personas por el foro de conciertos fue incesante a lo largo de toda la jornada. Cada vez que iniciaba alguna de las actuaciones, la sala se llenaba de curiosos que querían descubrir una nueva propuesta. A lo largo de cada presentación, lo desertores iban saliendo de a poco, pero la misma cantidad de gente llenaba nuevamente los huecos. Había suficiente rock, folk, punk, pop, rap y electrónica para satisfacer los gustos de casi todos.
Justamente esa es una de las virtudes de la autoedición, de acuerdo con la cantante murciana Lidia Damunt, que llevó su country primitivo con tintes de blues y folk inglés al escenario del festival. “Los sellos discográficos son un filtro y pueden estandarizar la música”, considera. Damunt tiene presente que hay disqueras que apuestan por propuestas arriesgadas, pero valora aún más la diversidad que ofrece la vía libre de la autonomía. El mayor beneficio, asiente, es que se puede “tener el control total” de lo que queda grabado. Es decir que la autoedición permite que los músicos plasmen exactamente lo que desean en sus discos, sin pasar por la confección de productores o compañías.
El riesgo evidente de la autoedición, para Damunt, es que puede publicarse mucha música de nivel amateur. Pero también propicia que haya “más espontaneidad”, destaca la compositora. Y agrega el dato de que actualmente “ya no se venden tantos discos”, por lo que la música en directo se ha vuelto “necesaria e imprescindible” para los artistas. A su entender, por sobre las disqueras, lo que necesitan ahora los músicos son agencias de booking para conseguir conciertos. Lo correspondiente a la difusión puede gestionarse por internet y la grabación de un disco, apunta con ironía, puede pagarse “entre cuatro personas” por la misma cantidad que invertiría cada una “en comprar el nuevo iPhone”.
“Lo importante es que la música llegue a la gente”, reitera Damunt, que ha montado su propio sello, Tormina Records, para publicar compilaciones de la música nueva que le gusta y también la que ella produce. La misma filosofía con la que, por octavo año consecutivo, el Festival Autoplacer ha saciado las necesidades de proyección de los músicos autónomos y las de los públicos que llegan atraídos por esa voluntad de los primeros de ser escuchados. Es un espacio para la música sin alteraciones, en estado natural.
Babelia
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