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La Hispanic Society, un refugio contra la leyenda negra en EE UU

Mitchell Codding, el actual presidente de la institución en Nueva York, ganadora del Princesa de Asturias de Cooperación, defiende el legado de la cultura hispánica

El presidente de la Hispanic Society, Mitchell Codding (en el centro de la mesa), impartiendo una conferencia, este jueves en un salón de la Junta del Principado.
El presidente de la Hispanic Society, Mitchell Codding (en el centro de la mesa), impartiendo una conferencia, este jueves en un salón de la Junta del Principado.J. L. Cereijido (EFE)
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Consuela pensar que, ante lo fácil que resulta activar la leyenda negra, existen por el mundo robustos refugios blancos. Es el caso de la Hispanic Society of America en Nueva York, creada en 1904 por el magnate y coleccionista Archer Milton Huntington, que recibe este viernes el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional. Su actual presidente, Mitchell Codding, desgranó este jueves la génesis y la trayectoria de la institución que se dio a conocer este año en España a lo grande a través de una exposición en el Museo del Prado.

Codding ha llegado a Oviedo un tanto sorprendido por el tumulto nacionalista en Cataluña y los percances a la imagen de España que ocasiona en ciertos ámbitos claramente desinformados. “Estas cosas nos motivan más, si cabe, a ahondar en nuestro trabajo y dar a conocer el enorme legado de la cultura hispánica en nuestro país”, afirma.

Para él, no hay rastro de leyenda negra en Estados Unidos. “Ya se difuminó a finales del XIX. Después, Franco no contribuyó a que desapareciera del todo, pero el incremento de turistas norteamericanos en España desde los años setenta hasta ahora ha ayudado a potenciar la imagen de este país como moderno y democrático”, asegura.

Como ejemplo de una fascinación, sirva la suya. Pero ante todo, la de Huntington, que dedicó su vida, el dinero que sacó a sus fortunas en ferrocarriles y astilleros y su empeño a levantar la Hispanic Society. “Cómo decía él, la mejor contribución para el futuro es preparar el camino para otros”, afirmó Codding en un encuentro que tuvo lugar en la Junta General del Principado de Asturias.

Por ese camino ha transitado Codding desde que entró a formar parte de la Hispanic Society en los años ochenta. La raíz fue reciamente implantada por Huntington, muerto en 1955. Su intenso coleccionismo duró seis décadas, desde que en 1892 viajara por primera vez a España. Pero la mayor parte de su legado la adquirió fuera. Según Codding, “no estaba dispuesto a hacer expolio dentro”. Llegó a acuerdos para comprar bibliotecas, pero la mayoría de obras de arte, las compraba en otros países.

Se hizo con piezas de El Greco, Velázquez, Ribera, Alonso Cano… Dio un golpe de efecto al comprar uno de los retratos que Goya le hizo a la duquesa de Alba. Reunió una fascinante colección cartográfica, se interesó por restos arqueológicos, por fotografías, rastreó ediciones del Quijote, tradujo el Cantar del Mío Cid y alzó una enorme biblioteca que hoy reúne 250.000 volúmenes, documentos y códices desde el siglo XII.

Pero no solo de historia vivió el mecenas. “También se interesó por artistas contemporáneos suyos, como Zuloaga o Sorolla”, contó Codding. “Es más, organizó con enorme éxito sus primeras exposiciones en Estados Unidos con un gran impacto. La muestra de Sorolla llegaron a verla 160.000 personas. Lo consagró”, asegura el actual presidente de la sociedad.

El interés no solo se ha circunscrito a España. Toda Hispanoamérica y Portugal cuentan con fondos, obras de arte y material de estudio en la sede neoyorquina. “En el caso de Hispanoamérica, sobre todo desde hace 25 años, hemos hecho un esfuerzo extraordinario”, comenta Codding. También afirma que, personalmente, contempla la brecha impuesta por Donald Trump respecto a la relación norte sur en el continente con preocupación. “Pero afectará poco. El interés creciente de los norteamericanos por sus vecinos hispanos es imparable desde hace décadas. Y no disminuirá, estoy seguro”.

William Kentridge y el peso del dibujo

El peso de la tinta no tiene nada que ver con el del carboncillo. William Kentridge lo sabe. Lo vive, también lo sufre. La mirada del artista ante el papel se desdobla constantemente, sin remisión, y exige una conversación perpetua consigo mismo sobre lo que debe reflejar. Esa relación amorosa y neurótica es la que el Premio Princesa de Asturias de las Artes de este año explicó este jueves en la Universidad Laboral de Gijón. Lo hizo en una conferencia performance junto a la actriz argentina Marcicel Álvarez. Lo mostró teatralmente, se apoyó en sus películas dibujadas, "para mí algo mucho más fácil de hacer que una conferencia". Desde los materiales al contenido, de la génesis al resultado, Kentridge desgranó sobre el escenario el por qué y el cómo de su personalísimo trabajo. De la Sudáfrica del Apartheid a la conquista del mundo del arte, ha trazado un camino propio y multidisciplinar, en el que de forma muy natural, aúna dibujo, escultura, cine y dominio escénico para conformar su abierto discurso.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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