El cine contado desde las entrañas
'La vida y nada más', de Antonio Méndez Esparza, se convierte en una de las favoritas en San Sebastián con su retrato de una familia afroamericana
Hace cinco años, Antonio Méndez Esparza debutó a lo grande en el cine con Aquí y allá, que ganó en la Semana de la Crítica en Cannes, una contundente descripción de la vuelta a su pueblo natal de un inmigrante mexicano, procedente de EE UU. No había sido una película fácil de hacer. "Y tampoco pensaba poder levantar la segunda con rapidez, pero sí al menos que podría filmarla", cuenta Méndez Esparza. Durante dos años, luchó por sacar adelante el proyecto. Fracasó. En cambio, se casó y encontró trabajo como profesor de la Escuela de Cine de Tallahassee, al norte del estado de Florida. Y ahí nació La vida y nada más, que le devuelve a un festival de serie A, el de San Sebastián, tras ser elegida por Variety como una de las diez mejores proyectadas en el mercado de Toronto. De repente, este madrileño resucita para el cine español. Él se ríe con cierto distanciamiento y honestidad. "Lo importante es la película. Le he dedicado dos años de mi vida y ya no es mía. Durante el rodaje era mi amante y hoy no me devuelve ni las llamadas [risas]. Creo que ahora tengo menos ansiedad que con la primera, porque entonces necesitaba que fuera bien para rodar la siguiente... Antes mis ídolos eran quienes podían vivir del arte y hoy son quienes hacen arte y tienen otro trabajo de lo que sea".
La vida y nada más sigue a un adolescente afroamericano, que encara la presión de la responsabilidad familiar, y a su madre, que tiene que sacar adelante sola al chaval y a otra hija de tres años. La historia ha nacido del magma que rodea a Méndez Esparza, bien en ambientes y gente, bien en su casa: su esposa era madre soltera. "Mi vida me llevó ahí. Fue surgiendo desde las entrañas y el descubrimiento. Hubo un momento en que pensé que no volvería a rodar", recuerda. "Te resistes a esa idea. Lidias con el rechazo. También te encuentras encarando una situación curiosa, como es la de dar clase de cine, fustigar a los alumnos para que lo hagan lo mejor posible, y a cambio no poder filmar uno mismo. Yo atravieso muchos momentos de dudas y en uno de ellos, a tres semanas de empezar el rodaje, estuve a punto de cancelarlo. Sentí el peso del miedo a qué ocurriría si no lográbamos acabarlo".
Hubo suerte. La acabó. Y en pantalla queda un retrato de una familia que esconde una bella contradicción, la de un aire documental rodado con una cámara invisible y a la vez muy precisa y cuidadosa con lo filmado. "A los actores no les enseñé el guion completo durante las siete semanas de rodaje, sino que les iba adelantando en el plató lo que ocurría. Por eso fue tan importante la selección de reparto. Al final, en mis dudas, hasta pensé si era un proceso legítimo. Pero es que ese miedo que traían a la filmación, porque no traían bien preparada la secuencia, ayudaba a sus personajes. Es la vida, algo sin ensayos".
¿Puede contar cualquier cineasta cualquier historia? "Ya me pasó con la anterior película. ¿Qué hacía en México un abogado madrileño filmando una película? Aquí ocurrió lo mismo. Y las dudas eran mías y de los actores, que se cuestionan: 'Este quién es, me voy a abrir delante de él y a ver qué hace'. Existe esa pregunta con cualquier realizador y cualquier tema. Pero este debate ha crecido en el último año, con películas que hablaban de la comunidad afroamericana. Hace dos años esa pregunta no era tan candente. Mi respuesta hoy es la película... y por supuesto, lo que piensen los actores". La madre, encarnada por Regina Williams, se hace muchas preguntas a lo largo del rodaje. Porque la vida está llena de interrogantes. "Regina me gustó porque era voluble, llena de risas, ternura, cierta rabia... Con muchas dimensiones. Al final, acabó entrelazando su personaje y su personalidad. Entre otras cosas, porque la niña pequeña es su hija auténtica. Y fue para ella desagarrador".
Recogidas las cámaras, el cineasta ha vuelto a las clases y a la familia. "Siempre está el conflicto fuerte entre el trabajo y el resto. Sospecho que les ocurre a todos los cineastas: bebes de la vida, la devoras y cualquier cosa la usas. A la vez, te ata a la tierra". Y de ahí nace el cine de Méndez Esparza.
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