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EL HOMBRE QUE FUE JUEVES
Columna
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¡Qué alegría esta Tristura!

‘Cine’ habla de los niños robados en España desde 1939 hasta mediados de los ochenta

Marcos Ordóñez

Se me había escapado Cine, el espectáculo de La Tristura, cuando se presentó el pasado otoño en los Teatros del Canal, y he podido verlo en el Mercat, en el Festival Grec de Barcelona: todo un regalo de imaginación, verdad, belleza y talento. Itsaso Arana y Celso Giménez firman autoría y dirección. Y Arana también forma parte del brillante trío protagonista, junto con Fernanda Orazi y el cantante y poeta Pablo García (en arte, Pablo Und Destruktion).

Cine habla de los niños robados en España desde 1939 hasta, aunque cueste creerlo, mediados de los ochenta. La Tristura dice: “No somos jueces ni reporteros, pero entendemos el teatro como un lugar donde desvelar secretos. Y donde, por unos instantes, devolver su voz a los muertos”.

Cine es una road movie escénica. Hay ecos de Lepage en su juego estructural (los caminos que confluyen), y de Milo Rau en su voluntad de denuncia. También pensé en las estrategias emocionales de Titzina Teatro.

Un hombre joven (Pablo García) emprende un viaje. No conoce a sus auténticos padres, ni el lugar y el día en que nació. Y parte en su busca.

Fernanda Orazi está superlativa por partida triple: la investigadora que pone a Pablo sobre la pista, la camarera que le acoge en la noche turinesa, el juez retirado que firmaba adopciones. Itsaso Arana interpreta a Alejandra, la nieta del juez. Es profesora de niños y tiene un proyecto artístico sobre la tendencia a borrar el pasado y reescribir las historias.

Me gusta cómo La Tristura nos dice que la realidad siempre es compleja: “La persona que menos aprecio en el mundo”, dice Alejandra, es la que más me ha enseñado". Me gusta que el juez esté dibujado con severidad pero sin clichés (cuanto más inteligente, más temible), como el jerarca derechista que retrató Francisco Casavella en El día del Watusi.

Me gusta la voz narradora que habla de la oscuridad maternal de cines y teatros. Me gusta el destello de las constelaciones repentinas: Truffaut renunciando a conocer a su padre biológico mientras ve La quimera del oro, como si Chaplin (y Renoir, y Langlois) fueran sus verdaderos padres.

Me gusta la llamada que Pablo deja en el contestador de su antigua amante. Y el careo con el juez, y el encuentro último: teatro superlativo. Me gusta que gracias a unos auriculares podamos percibir todas las capas de sonido del espectáculo, como un gran puzle. Álex Rigola ha programado Cine para la próxima temporada de los Teatros del Canal, donde se verá en mayo. Y cuento los días para ver, en abril, el estreno de su nuevo montaje, Future Lovers. Mientras veía Cine me pregunté por qué un grupo con tanta alegría narrativa se llama La Tristura. Al acabar entendí que la tristura nacida de la rabia, tensada desde el pasado y lanzada con fuerza hacia el futuro, es un motor creativo muy poderoso. Pablo Und Destruktion canta dos canciones. La que abre el espectáculo se llama Ganas de arder. La última, Vamos a ponernos a vivir.

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