Los intocables argentinos
Marco Carnevale realiza su propia versión del taquillazo francés, que aquí interpretan Óscar Martínez y Rodrigo de la Serna
INSEPARABLES
Dirección: Marcos Carnevale.
Intérpretes: Óscar Martínez, Rodrigo de la Serna, Carla Peterson, Alejandra Flechner.
Género: comedia. Argentina, 2016.
Duración: 107 minutos.
Autocitarse está feo, pero a veces no hay más remedio. Hace poco más de cinco años, cuando se estrenó Intocable, que ya venía de triunfar en Francia y apuntaba a lo mismo en España y el resto del mundo, escribimos estas líneas: "La parte buena del asunto es que Hollywood no podrá hacer una nueva versión de Intocable. Mentira, la hará, pero será imposible hollywoodearla más". Ya filmada, y en estado de posproducción, la versión estadounidense, protagonizada por Bryan Cranston y Kevin Hart, está en camino para su estreno en 2018. Pero lo que quizá no esperábamos era una versión argentina casi exacta en su relato: Inseparables, con la que Marcos Carnevale parece vengarse de lo ocurrido con Corazón de león, su buena idea convertida en desigual película en 2013, a la que casi inmediatamente le salieron dos remakes: uno en Francia, Un hombre de altura, y otro en México, también Corazón de león.
Antes el cine de Hollywood volvía a rodar películas poco vistas por allí, para aprovecharse de su éxito y llevarlas al gran público. Ahora todo el mundo copia a todo el mundo y cada vez con más rapidez, ya sea legalmente, como aquí, o con adaptaciones más o menos encubiertas ahorrándose el pago de derechos.
Oda al público medio ―simpatía un tanto forzada, drama sin explicitudes, leves apuntes sociales―, Intocable es quizá el más genuino representante del cine popular del nuevo milenio. Y Carnevale, consciente de su categoría de reloj preciso en ese terreno, ha decidido tocar muy poco. Inseparables se adapta bien a la sociedad argentina, y a su favor tiene un gran dúo de intérpretes. François Cluzet, la sutileza, y Omar Sy, el desborde, estaban perfectos. Óscar Martínez y Rodrigo de la Serna son iguales de buenos (o mejores aún).
Sin embargo, también tiene aspectos en contra: una música funkie espantosa que no encaja ni en tono ni en tempo cinematográfico, y unos juegos de montaje un tanto chabacanos en las transiciones. Lo demás es (casi) todo igual. Los fanáticos de Intocable, ya saben. El resto, también.
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