Siete de cada 10 traductores editoriales necesitan otro trabajo para vivir
El primer informe exhaustivo sobre el valor económico del sector muestra a una profesión precaria y desprotegida
Traductores. Y todoterrenos. Llevan de viaje a las historias hacia otro idioma y nuevos lectores. Pero, mientras, afrontan otra odisea, aún más compleja: buscarse la vida. En España, apenas el 28,2% de los traductores editoriales se centró exclusivamente en su profesión en 2015, según el primer estudio exhaustivo sobre el valor económico del sector, presentado hoy por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Es decir, más de siete de cada 10 compaginan su labor con docencia, creación literaria, investigación, periodismo u otras ocupaciones.
El informe dibuja a lo largo de 52 páginas un cuadro tan precario como incierto para estos profesionales. El traductor, básicamente, está solo y abandonado en la jungla del mercado. Y sufre sus distorsiones: 3.167 profesionales —la red estimada por el estudio— se pelean sobre todo por las llamadas de 10 grupos editoriales, los colosos que concentran más del 70% de la industria. Y no hace falta ser traductor, ni economista, para entender qué lado atesora el poder en una ecuación con muchos oferentes y pocos demandantes. El estudio muestra que más de un cuarto de los encuestados trabajó en negro en 2015; uno de cada tres tan solo traduce uno o dos libros al año. Y los ingresos medios en este sector rondan los 5.000 euros anuales. Y brutos. De ahí que su capacidad adquisitiva haya perdido 7,5 puntos entre 1997 y 2010. Por todo ello, y no solo, el informe advierte de un "riesgo de expulsión de buenos profesionales del mercado y de pérdida de calidad de las traducciones".
El paraguas de la ley tampoco logra proteger al traductor. Las gotas, más bien, se filtran por demasiados agujeros. La Ley de Propiedad Intelectual, por ejemplo, “reconoce al traductor editorial la condición de autor de la obra, otorgándole el derecho a una liquidación anual por derechos de autor”, reza el informe. Sin embargo, para casi la mitad de los que percibieron ingresos por traducir libros la normativa se queda solo en el papel. La misma ley establece que el traductor ha de ser informado sobre la tirada y la venta del libro, pero siete de cada 10 jamás recibieron datos sobre ello. Tanto que el estudio considera “recomendable reforzar la supervisión y control de estas prácticas”.
Otra necesidad que destaca el texto es la de más estadísticas sobre el sector. Los propios autores del documento —realizado por la consultora AFI para la Sección Autónoma de Traductores de Libros de la Asociación Colegial de Escritores de España, y subvencionado por Cultura y por la entidad de gestión CEDRO— relatan la dificultad de hallar una cifra verosímil que acompañara al título de su estudio: El valor económico de la traducción editorial. De hecho, finalmente no hay respuesta a esa pregunta. Lo más cercano es un número al que el informe llega tras contrastar y comparar cuatro fuentes distintas: la facturación de la traducción en el sector editorial, para el ámbito de ocio, supone 293, 6 millones, un 35,2% del total solo de este apartado. El texto recuerda también que siempre hay cinco o seis obras que cambian de idioma en el top 10 de los libros más vendidos en España, que recoge anualmente la consultora Nielsen.
En defensa del traductor
El informe muestra un panorama preocupante para los traductores editoriales. De ahí que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte haya aprovechado la presentación para informar de una serie de medidas que pondrá en marcha para "mejorar el reconocimiento público" de esta labor.
La creación de una beca para traductores en la Residencia de Estudiantes en 2018, la celebración en julio de la XII edición del Encuentro de Traductores en Castrillo de los Polvazares (León), cuyo eje principal será el libro Descripción de la mentira, de Antonio Gamoneda, o la selección para el Encuentro de escritores y críticos que se celebra en septiembre en Verines del tema Creadores en la sombra: la traducción literaria en la actualidad, entre otras iniciativas que cita un comunicado del ministerio.
Más fácil resulta analizar qué se traduce. Por temas, sobre todo obras de las categorías “tiempo libre, infantil y juvenil y creación literaria”, según el texto. Y en cuanto a los idiomas, ocho de cada 10 son traducciones de un idioma extranjero a alguna lengua española. La mitad de las veces la versión original es en inglés, el francés representa un 10% y otro porcentaje idéntico supone el castellano.
Pero, ¿quién lee el fruto de este trabajo? El informe recopila varios datos más allá de la traducción, para retratar el contexto a su alrededor. En 2015, por ejemplo, se vendieron 155,4 millones de libros en España, lo que significa unos 400.000 diarios. Cada español lee en media 4,5 libros al año, aunque el número puede engañar. Porque, por un lado, está el 62,2% que disfrutó de al menos una obra editorial en 2015, lo que convierte la lectura en la segunda actividad cultural favorita de los españoles, tras escuchar música; pero, por el otro, hay casi cuatro de cada 10 españoles que jamás abrieron un libro en 12 meses. Un dato que no necesita traducción.
Babelia
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