Julio Michel, titiritero, director del Festival Internacional de Títeres 'Titirimundi'
El ‘padre’ del Festival de Títeres de Segovia Titirimundi ha muerto en Barcelona tras varios meses de lucha contra la enfermedad
Apenas había dado tiempo para acabar de despedir al maestro del punch Rod Burnett, el representante del teatro tradicional de títeres de guante del Reino Unido, que falleció el pasado uno de mayo sin que le diera tiempo a abrir en Segovia la maleta de sus marionetas, un año más, cuando un cáncer se ha llevado a Julio Michel Villacorta (San Martín de Valdetuéjar, León, 1946), que recuperó este género teatral, casi perdido entonces, y dirigió durante los últimos 31 años el Festival Internacional de Títeres de Segovia 'Titirimundi', una cita que reúne a compañías de todo el mundo y que, cada primavera, alegra el corazón de miles de personas en calles y plazas de esta ciudad histórica. El titiritero admirado por los suyos.
Michel, que preparaba un espectáculo para su compañía 'Libélula' sobre un ciclista gregario, que daba vueltas en un sinfín y que, conociéndole, tratará de estrenarlo allá donde se encuentre, tras haber abandonado el espacio terrenal, llegó a Segovia de la mano del cantautor Amancio Prada, que por entonces preparaba el 'Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, estrenado en 1977, a quien había conocido en su etapa de París, con quien había creado la compañía de teatro aficionado de obras para emigrantes 'Candilejas, Teatro Popular Español'.
De adolescente había emigrado a Francia junto a su familia, donde vivió el mayo del 68 y estudió arte dramático y psicología, hasta regresar a Madrid para montar su compañía junto a Lola Atanze, aunque 'Libélula' se había gestado en la capital francesa, en casa del pintor Ángel Aragonés. Era una época, en la incipiente democracia, en la que el teatro de títeres estaba prácticamente desaparecido en España. En la innovación apenas destacaba Yves Joly, un innovador, a quien Michel consideraba como una de las personas más importantes en la historia del teatro -con influencia en Francia como la que tuvo Serguéi Obraztsov en la Rusia de la revolución- que volvió a revitalizar el teatro de títeres. Hasta que, 31 años después de crear 'Titirimundi', donde no faltaba Burnett, España no ha alcanzado a Francia o Italia, pero cuenta ya con un nivel muy aceptable. Y el festival, con 45.000 espectadores, en la última edición, es un escaparte donde mirar y conocer la actualidad mundial de las artes de la marioneta y sus montajes, como citaba Darío Fo, confluyen todos los lenguajes teatrales.
Michel se convirtió en una institución, como dicen en provincias, uniendo Segovia a la magia de los títeres, dejando la sonrisa o la sorpresa en su espacio de manera permanente, ese que había cantado María Zambrano, con el cielo a la altura justa, o poetizado por Antonio Machado, el de una ciudad que no había abandonado la infancia porque abrió las puertas a las marionetas, incluso alojando en casas particulares a los titiriteros, los primeros años. Próximo al PCE, aunque solo aparecía oficialmente para rellenar listas a las municipales, además de titiritero también tenía algo de funambulista, aunque en el sentido figurado de hacer equilibrios con las instituciones para poder hacer realidad una nueva edición del festival, año tras año. Nunca creía que pudiera llegar el siguiente, pero siempre conseguía un programa por encima de las 400 representaciones. Deja una asignatura pendiente y es que no ha visto nacer, ni siquiera en proyecto, la apertura de una escuela de teatro de títeres en Segovia, aunque quienes le han despedido, este domingo, en el tanatorio segoviano, empujarán para que, como en los teatrillos, los sueños se puedan convertir en realidad.
De corazón alegre, inquieto, aventurero -acompañaba a Miguel de la Quadra Salcedo en la Ruta Queztal- y actor a veces también en el escenario de la vida, Michel dirigió el que sería su último festival, hace poco más de un mes, ya mordido por un tumor, del que fue operado en Barcelona, donde falleció, el viernes por la tarde. Durante este encuentro donde la capacidad evocadora, o conmovedora, de los muñecos es infinitamente superior a la de un actor, evocaba permanentemente a la vida, no se sabe si como premonición, pero siempre con dignidad.
Babelia
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