_
_
_
_

La película que encendió Egipto

El cineasta Mohamed Diab narra en 'Clash' el caos desatado en el país en 2013 El director afrontó mil obstáculos para estrenar su filme

Tommaso Koch

La cámara empieza a grabar. “¡Acción!”. El Cairo, 2013. El caos. Mareas humanas enfurecidas chocan cerca de una autopista. Manifestantes a favor del Gobierno depuesto del islamista Mohamed Morsi se enfrentan con otros agradecidos al ejército por el golpe de Estado; en medio, y contra todos, la policía. Vuelan gritos, balas, cuchillos y luces de láseres. Los heridos caen, explotan fuegos artificiales. En un momento dado, el director, Mohamed Diab, grita por el megáfono: “¡Corten!”. Pero ya es tarde. La batalla campal supera el guion. Cientos de extras continúan pegándose y arrojándose piedras. Uno acaba apuñalado. Otros ciudadanos se suman a la contienda, creyendo que va en serio. Hasta aparecen agentes encargados de reprimir la revuelta. Y la pelea sale publicada en algunos medios, como un nuevo paso de Egipto hacia el abismo. Se trata, sin embargo, de otro día más en el rodaje de Clash. “Fue una locura”, resume Diab.

Más información
Crítica | 'El furgón político de Egipto'. Por J. OCAÑA
‘Clash’, metáfora del drama egipcio en una furgoneta policial
Egipto, abismo sin fondo
“Con Mubarak había una dictadura, con Al Sisi un régimen criminal”

Aunque asegura que no cambiaría nada de lo que hizo. Y subraya con orgullo el mejor halago recibido por su filme, que se estrenó el pasado viernes a España: “Me han dicho que no necesita imágenes reales porque ya lo es”. Por eso también Clash tardó cuatro años en salir a la luz. Diab emplea el término “infierno” y se refiere a prácticamente todo: para rodar, financiar, estrenar y proteger su película tuvo que enfrentarse a mil demonios.

Al fin y al cabo, el propio Egipto lleva años en el infierno. Tras la revolución que acabó con la dictadura de Mubarak, el país celebró sus primeras elecciones democráticas. Ganó Morsi, exponente de los Hermanos Musulmanes, pero en 12 meses ya perdieron todos de nuevo. Nuevas protestas multitudinarias desafiaron al ejecutivo y dividieron al país. Los choques de ideas se volvieron violencia callejera. Y los militares aprovecharon para destituir a Morsi y entregar el poder al general Al Sisi, quien manda desde entonces.

Ambientado en esos días críticos, el filme de Diab cuenta dos historias. En primer plano, el espectador siempre ve el interior de una furgoneta. Allí son retenidos y encerrados, uno tras otro, miembros de distintos bandos: Hermanos Musulmanes, partidarios del ejército, un periodista, un fotógrafo, incluso ciudadanos culpables de estar en el sitio equivocado en el peor momento posible. Resulta que cara a cara, en pocos metros cuadrados, los enemigos ya no lo son tanto. “La gente empezó a pensar en los otros solo en términos de blanco o negro, a odiarse, matarse. Quería empujar a todos a mirarse de nuevo como seres humanos”, afirma el cineasta.

"Egipto está al 100% peor que con Mubarak"

"Al 100% peor, no hay ninguna duda". Diab es tajante cuando se le pregunta cómo está Egipto hoy en día, bajo el puño de hierro del general Al-Sisi, respecto a cuando empezó la revolución, en 2011. "Mubarak era un dictador pero tenía ciertas líneas rojas. Las distintas dictaduras tienen grados diferentes. No había tantos periodistas en la cárcel, se mantenía alguna libertad. Ahora, ninguna. Cualquiera que ponga un estatus crítico en Facebook puede acabar en prisión", asevera.

El cineasta participó desde el primer día en la revolución de 2011. ¿Qué balance hace ahora? "Es demasiado pronto. El terror del régimen a que vuelva a ocurrir le ha llevado a la locura: su único objetivo es que no suceda nunca más. Pero mi generación ha sido liberada del miedo y estoy orgulloso de ella". Aun así, el cineasta no ve probable otra revuelta masiva en las calles, al menos a corto plazo: "Los egipcios están muy cansados. Ya no se preocupan de la libertad, sino de la economía. No queremos revoluciones, sino reformas".

Mientras, fuera, por las ventanas del vehículo, se entrevé la misma guerra, pero a escala colosal: el todos contra todos que arrasó El Cairo. No sorprende que Diab se planteara otro título para su obra: Histeria. La misma que generó la película. Porque el estreno de Clash en Egipto colocó al cineasta en medio de un fuego cruzado. Gobierno, Hermanos Musulmanes, defensores de la revolución: “Todos nos acusaban de estar con los otros, signifique lo que signifique. Tal vez eso pruebe que hemos hecho un buen trabajo”. Además de las palabras, Diab sostiene que algunos pasaron a la acción.

El cineasta relata que sufrió ataques en la prensa para descalificarle personalmente, que hubo presiones a los distribuidores e intentos de tumbar Clash. “Egipto no prohíbe un filme como tal. Son mucho más listos. Lo combaten de forma sutil, cortan los canales de producción y distribución. Si falta una semana para el estreno y no hay un solo cartel, tráiler o post online, es como si no existiera”, asegura Diab. Pero la película tenía bases sólidas y no cayó.

Ante el vacío de financiación, Diab recurrió a dos productores comprometidos (una es su mujer, Sarah Goher) y a los apoyos que le habían garantizado sus anteriores obras. Su primer filme, Cairo 678, denunció el acoso sexual a mujeres en Egipto: se estrenó justo un mes antes de que estallara la primavera árabe, lo que le dio un gran valor simbólico. Diab fue también guionista del taquillazo egipcio El Gezira. Y, además de sus propias fuerzas, contó con aliados inesperados. Porque Clash fue seleccionada para inaugurar Una cierta mirada, la segunda sección del festival de Cannes, en 2016. Y el cineasta recibió una carta de felicitación de Tom Hanks. “Así la película ganó protección. Prohibirla habría sido un escándalo internacional, y no quieren eso”, defiende. De hecho, el mensaje en Facebook donde Diab compartió la misiva del actor se volvió viral y llevó más espectadores a las salas.

“El cine puede ayudar a levantar preguntas, a empezar un cambio”, agrega Diab. Y reivindica la importancia de una cultura comprometida: “Cualquier artista tiene una responsabilidad. Si no aprovechas tu podio, es una oportunidad desperdiciada. Es uno de los peores momentos de mi vida y mi país, pero no voy a rendirme. Quiero seguir haciendo películas y soñando”. En concreto, ahora vive entre Egipto y Hollywood, donde planea un filme de ciencia-ficción, aunque pegado a la realidad. En el fondo, a veces ambas se parecen. Otras, hasta son lo mismo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_