Muere Jiří Bělohlávek, gran director de orquesta checo
Era el titular de la Filarmónica Checa y dirigió en 2008 una inolvidable producción en el Real
Hay países, como la República Checa, donde más que una escuela existe una estirpe de directores de orquesta. Un sonido de terciopelo y brillo inconfundibles. Una forma de frasear y de respirar musicalmente autóctonas. Un tesoro inmaterial para el oído, el cerebro y el corazón. Jiří Bělohlávek (Praga, 1946), fallecido en la madrugada del pasado jueves 1 de junio a los 71 años, era la principal figura de un linaje de maestros checos que podría remontarse hasta Dvořák. En 1896, el famoso compositor dirigió el concierto inaugural de la Filarmónica Checa. Y el listado de sus responsables venideros recita cronológicamente las principales batutas de ese país: Václav Talich, Rafael Kubelík, Karel Šejna, Karel Ančerl y Václav Neumann. Bělohlávek llegó por méritos propios a la titularidad del conjunto sinfónico en 1990. Pero no lo tuvo fácil. El clima de libertad que siguió a la Revolución de Terciopelo en la antigua Checoslovaquia poscomunista, magistralmente retratado por el escritor Tom McCarthy en su reciente novela Hombres en el espacio (Pálido Fuego, 2017), motivó un cambio de rumbo en la orquesta. Un viraje internacional que llevó a prescindir de Bělohlávek en favor del primer director no checo de su historia, el alemán Gerd Albrecht.
La maniobra fue equivocada. El conjunto se desestabilizó y Bělohlávek creó en 1993 una excelente orquesta rival, la PKF o Prague Philharmonia. Además comenzó a forjar desde la Academia de Música de Praga una nueva generación de jóvenes directores autóctonos que hoy asegura la pervivencia de su especie: Jakub Hrůša, Tomáš Netopil y Tomáš Hanus. E incluso inició una brillante carrera internacional como director invitado en las principales orquestas y teatros de ópera del mundo. Bělohlávek culminó en 2012 una exitosa labor de seis años al frente de la Sinfónica de la BBC (BBCSO), en Londres, que le valió ser investido Caballero del Imperio Británico. Pero no quiso sumar otra titularidad prestigiosa y prefirió volver a casa. A una Filarmónica Checa que hoy llora la muerte de su maestro. La pérdida de un músico con el que había recuperado el aura, la identidad y el prestigio tras años de vaivenes. Lo reconocía Luboš Stehlík al comentar su último concierto en la revista Harmonie, que tuvo lugar el pasado 5 de mayo en el Rudolfinum. Una Quinta sinfonía, de Mahler, más filosófica que dramática, más mágica que turbadora. Un “futuro contemporáneo” que hoy ya es tristemente pasado.
Bělohlávek era hijo de un prestigioso juez que fue depurado por el régimen comunista, pero también un hábil pianista amateur que le transmitió su pasión por la música. Tras cantar en varios coros locales, estudió violonchelo con Miloš Sádlo, aunque pronto se centró en la dirección orquestal bajo la tutela de Bohumír Liška y Alois Klíma. Fue Sergiu Celibidache quien lo descubrió en 1968 y lo convirtió en su asistente. Dos años con el maestro rumano le abrieron las puertas de premios y compromisos profesionales, aunque las autoridades checas le cerraron cualquier aspiración internacional. Bělohlávek forjó entonces una trayectoria ascendente en su país. De la Filarmónica de Brno, en 1972, a la Filarmónica Checa, en 1990, pasando por la Sinfónica de Praga con la que hizo sus primeras salidas internacionales y realizó 1976 su primera grabación de Martinů, su compositor predilecto, para el sello Supraphon: La epopeya de Gilgamesh. Siguieron decenas más con la Filarmónica Checa y la PKF en los noventa de Dvořák, Suk y Janáček.
Su exitoso debut inglés, en 1995, dirigiendo La epopeya de Gilgamesh, al frente de la BBCSO, le valió un contrato como director invitado. Pero era hombre de una sola orquesta y hasta 2005 no dejó la PSK para convertirse en titular de la orquesta británica. Fueron sus años más internacionales en los que dirigió a las principales formaciones sinfónicas (como a la Filarmónica de Berlín en 2006) y en los principales teatros de ópera (debutó en 2004 en el Metropolitan de Nueva York). Dirigió además producciones de Wagner, Dvořák y Janáček en el Festival de Glyndebourne e incluso se convirtió en 2007 en el primer director no inglés en ponerse al frente de la Última Noche de los Proms. También fueron sus años más prolíficos en disco con numerosos registros de música checa con la BBCSO que culminaron con una brillante integral sinfónica de Martinů (Onyx) y la mejor grabación reciente de La novia vendida, de Smetana (Harmonia Mundi). En sus últimos años había iniciado un contrato con el sello Decca para grabar la obra de Dvořák al frente de la Filarmónica Checa. Su último disco es un conmovedor Stabat Mater, de Dvořák, que apareció a principios de mayo.
Bělohlávek tuvo una breve pero importante relación con España. En 2008 dirigió una inolvidable producción de Katia Kabanova, de Janáček, en el Teatro Real, con la soprano Karita Mattila y dirección escénica de Robert Carsen, disponible en DVD (Harmonia Mundi). Y en 2011 se puso al frente de la Orquesta de Valencia para dirigir la Segunda sinfonía, de Mahler, en el Palau. Su última visita fue de gira en 2015 con la Filarmónica Checa donde dirigió Celibidachiana, de Antón García Abril. Tuve oportunidad de conocerlo y de constatar su extraordinario talante de hombre afable, sencillo y sincero. Le pregunté en 2008 por su secreto para conseguir ese sonido checo de la BBCSO. “Simplemente hacer bien mi trabajo”, me respondió con una sonrisa encantadora.
Babelia
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