Arcade Fire revoluciona el Primavera Sound con un concierto sorpresa
Bon Iver raya lo insípido en su nueva propuesta que combina electrónica con folk
Cada vez más, los grandes festivales son citas en las que suceden muchas cosas al mismo tiempo. Se ofrecen actividades de ocio alternativas a la música o coinciden a la misma hora actuaciones en distintos escenarios, que multiplican su oferta cada año más variada estilísticamente. El objetivo es que el evento se convierta en un hervidero de experiencias. Y cuanto más distintivas mejor. El Primavera Sound, uno de los grandes festivales españoles consolidado con sus más 165.000 asistentes como un referente internacional, lo sabe. Por eso, ayer ofrecieron toda una experiencia: un concierto sorpresa de Arcade Fire, cabeza de cartel del sábado, en uno de los escenarios más pequeños y escondidos de esta mastodóntica cita de la música en directo con más de 200 actuaciones programadas. Nadie lo esperaba.
Sucedió a las 20.30 horas, cuando a la vez tocaban o estaban a punto de tocar Broken Social Scene, Solange, Elza Soares y los Zombies. Ahí es nada. Y lo hizo en un diminuto recinto que, con vistas al skyline de hoteles que rodean al certamen, pasaba desapercibido en el lateral izquierdo del gigantesco Fórum. Nada que ver con lo que pasará el sábado cuando la banda canadiense se suba al enorme escenario principal ante decenas de miles de personas congregadas para la ocasión. Ayer, en cambio, solo unos cientos de privilegiados disfrutaron de esta actuación exclusiva. Sus caras eran de algo más que de alegría: eran de verdadero gozo por verse en ese concierto impensable, al que rápidamente se cerró el acceso, aunque otros cientos, que terminaron por ser miles, se fueron sumando para verlo en la distancia asentados en la gran y conocida explanada en cuesta frente al escenario Primavera.
Fue una verdadera fiesta, como bien se encargaron de demostrar desde el primer instante sus dos líderes, el matrimonio formado por Win Butler y Régine Chassagne. Jalearon con ganas a la gente, se subieron a los amplificadores y decidieron que iban a dar el resto en esta sorpresa desde que arrancaron con Everything Now, el nuevo sencillo adelantado esta misma semana y que da nombre a su futuro disco. De hecho, todo el amplio grupo de nueve integrantes iba vestido con sudaderas negras con las letras bordadas de las iniciales del que será su quinto álbum. Parecían boxeadores en un escenario con forma de cuadrilátero. En un formato novedoso, la banda se dispuso en los cuatro lados para ser vista por todos los frentes, mientras Butler, Chassagne y William Butler, hermano de Win, corrían despavoridos en círculo o tocaban y cantaban indistintamente en cada uno de los cuatro laterales.
Algunas de sus mejores canciones como Rebellion o Neighborhood #3 vibraron de forma especial en ese formato. Sus guitarras aceleradas, impulsadas por una notable percusión, empastaban con ese toque tan particular que tienen crear atmósferas absorbentemente apocalípticas. De un aire como irreal. Como irreal era ver a todo un conjunto estelar como Arcade Fire, con su halo de gigantes del indie de nuestros tiempos, en ese cuadrilátero pequeño y exclusivo.
Muy distinto fue lo que pasó con Bon Iver, otro cabeza de cartel que actuó en el escenario principal ante toda una legión multitudinaria. Iver no tiene nada de festivo, aunque haya roto con su molde de cantautor folk atormentado e introspectivo por perfilarse como un explorador de sonoridades que combinan lo electrónico con lo tradicional. Desgranó su último álbum, 22, A Million, un manifiesto tuneado y experimental en el que profundiza en la angustia existencial. Sin embargo, Justin Vernon raya lo insípido en su propuesta, tal vez más moderna pero mucho menos emotiva que los lamentos con los que se dio a conocer en For Emma, Forever Ago, repletos de ecos del mejor folk etéreo. Es plomizo en sus filigranas electrónicas sobre el escenario, perdiendo matices y dibujos y faltándole carácter. Sugiere, pero no impacta. Ni siquiera consigue crear ambientes, una virtud que, antes del cambio de rumbo estilístico, sacaba a relucir con una facilidad pasmosa.
Babelia
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