¿Para cuándo un teatro de la danza?
Cultura anuncia tímidamente el proyecto para esta legislatura pero es la eterna reivindicación de las compañías que nadie ha resuelto aun
El Teatro Real para la ópera, el Auditorio Nacional para la música, la Comedia, el María Guerrero o el Valle-Inclán para el arte dramático, la Zarzuela para el género chico… Cada expresión escénica tiene su casa propia en el espectro público. ¿Y la danza? Pues..., no. La Compañía Nacional de Danza (CND) y el Ballet Nacional de España (BNE) aún esperan el sueño de los justos.
Sus diferentes responsables lo han reivindicado permanentemente. Una sede que acoja las representaciones, los estrenos y una programación convenientemente diseñada no existe como tal para las compañías de baile públicas dependientes del ministerio de Educación y Cultura. Se contempla su puesta en marcha esta legislatura –de hecho se ha anunciado tímidamente en sede parlamentaria como parte del plan 20/20 presentado por Fernando Benzo, secretario de Estado de Cultura-, pero es una reivindicación de décadas que aún no ha sido satisfecha.
El dilema de los sucesivos gobiernos ha sido si construir un teatro nuevo para tal empeño o remodelar algún espacio ya existente. Montserrat Iglesias, directora del Instituto Nacional de Artes Escénicas y de la Música (Inaem) quiere verlo resuelto esta legislatura. “Con toda probabilidad se echará a andar el proyecto, todo apunta a que debamos emprender una construcción nueva porque las disponibles no cuentan con las condiciones suficientes. Pero debemos acometerlo con un patrocinio”, asegura.
“Un teatro nos resulta vital para crecer, ampliar nuestras representaciones y establecer una programación”, afirma José Carlos Martínez
José Carlos Martínez, responsable del CND y Antonio Najarro, del BNE coinciden en que con ese espacio escénico se acabarían muchos de sus actuales y más graves problemas. Ensayan en una sede compartida dentro del Matadero, en Madrid. “Pero un teatro nos resulta vital para crecer ampliar nuestras representaciones y establecer una programación”, afirma Martínez. Es decir para desarrollar con todas sus consecuencias un proyecto consistente.
Se acabaría de cuajo con su situación nómada. El Real y el teatro de la Zarzuela les sirven de refugio ocasional en Madrid. Pero no es suficiente. Si a eso le unimos que las giras de estas últimas temporadas se han visto restringidas por los recortes y la imposibilidad de afrontar las horas extras que suponen las salidas al extranjero, entre los bailarines, con toda justificación, surge el desánimo y la falta de motivación.
Las más recientes conversaciones con el ministerio les han abierto algunas ventanas. De hecho, Najarro ve últimamente esperanza: “Tengo conocimiento de que están manos a la obra y confío en que este proyecto tan necesario vea la luz”, afirma el responsable del Ballet Nacional. “Un teatro que sea sede para ambas compañías públicas resulta fundamental para que podamos desarrollar nuestras temporadas de exhibición en la capital española y, a la vez, poder servir de centro de exhibición de las compañías nacionales e internacionales de danza más prestigiosas”, añade.
La singularidad del Ballet Nacional, por estilo y tradición, además, le otorga otros argumentos. “Lo que hacemos nosotros es único en el mundo. Considero fundamental que nuestros seguidores de todas partes sepan que disponen de un teatro para la danza en Madrid, de una referencia donde sepan que el BNE dispone de temporadas fijas con exhibiciones estables”. Por su parte, Martínez afirma que el hecho de verlo ya en un papel negro sobre blanco, "abre espacio para la ilusión acerca del proyecto",
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