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Crítica de cine | Últimos días en La Habana
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La agonía de un modo de vivir

Fernando Pérez ha compuesto una interesante y viva, palpable y sin embargo abierta película, un bonito relato sobre la amistad

Fotograma de 'Últimos días en La Habana'.
Javier Ocaña

ÚLTIMOS DÍAS EN LA HABANA

Dirección: Fernando Pérez.

Intérpretes: Jorge Martínez, Patricio Wood, Gabriela Ramos, Cristian Jesús.

Género: drama. Cuba, 2016.

Duración: 92 minutos.

En los países donde la censura continúa haciendo su sangrante trabajo, que una película abra sus alas al simbolismo, a las múltiples interpretaciones, a las rendijas de libertad, a través de un cierto lirismo en medio de la más estricta cotidianidad, siempre es síntoma de inteligencia. Ocurrió, durante demasiados años, en España, y sigue pasando en países como Cuba, donde la tijera y las restricciones continúan, y donde Fernando Pérez ha compuesto la interesante y viva, palpable y sin embargo abierta, Últimos días en La Habana, un bonito relato sobre la amistad que, entre sus coloridas imágenes, esconde no pocos secretos narrativos.

El primero, que sus personajes parezcan, en muchos sentidos, una continuación de los de Fresa y chocolate, la mítica película de Juan Carlos Tabío y Tomás Gutiérrez Alea, de 1993: la amistad entre una especie de cowboy callado y errante, de oscuro pasado nunca desvelado, que acaricia el sueño americano, aunque solo sea en un deseo casi imaginario e ilusorio, y un homosexual que agoniza por el sida, que lo vivió todo, que se divirtió como nadie, y que ahora no sale de una cama habitada por el recuerdo y un cierto desencanto. Y es precisamente la habitación de ese enfermo la que abre el panorama para la figura retórica.

"¿Qué hora es?", le preguntan al enfermo. "No sé", responde, "en esta habitación no existe el tiempo". Una habitación cerrada, desconchada, que se cae a pedazos, anclada en el pasado, por la que no pasa el tiempo, como metonimia de todo un país, donde entre la fidelidad a la revolución se abren paso contestatarias nuevas generaciones, y donde también caben todos los modos posibles de enfrentarse a la vida, desde la anestesia del fútbol hasta la pasión del sexo. Últimos días en La Habana, retrato del fin de un hombre que lo dio todo, ¿retrato de la agonía de un modo de vivir en sociedad?

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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