Galicia rescata la obra del pintor “de camarotes” de Franco
Abanca expone murales de Urbano Lugrís, un bohemio republicano que decoró tabernas e iglesias
Galicia recupera al pintor Urbano Lugrís (A Coruña, 1908-Vigo, 1973) , cuyos murales decoraron tabernas e iglesias mientras su autor, un tipo alto, de voz grave y vida excesiva en torno al que gravitaba un grupo de intelectuales que, como él, habían optado por no exiliarse, burlaba los días grises de la dictadura entre juergas en tascas y bares de alterne. A la par, aceptaba trabajos que no le dieron la mejor fama política pero sí para comer caliente: fue el encargado de decorar el yate de Franco, el Azor. Otras obras suyas han sido ahora rescatadas y aún conservaban cenizas de la noche coruñesa.
Desde este jueves, las creaciones tabernarias del pintor de influencia surrealista (“pinto en gallego, razón por la que no puedo ser realista”, argumentaba) se exponen por primera vez al público. La iniciativa de la entidad Abanca de recuperar para su oficina central de A Coruña el mural declarado de interés cultural por la Xunta de Galicia que decoró durante años la pared de la cafetería Vecchio, cerrada en 2015, acabó destapando tanta obra muralística de Lugrís que ha culminado con una recopilación de su trabajo decorativo, disperso en paredes de los más variopintos lugares. Más de cien obras en una muestra, “Paredes soñadas”, que ocupa tres plantas del edificio de Afundación, también en A Coruña, y que podrá visitarse durante seis meses.
Al mural, recuperado por Abanca, el periodista y comisario de la exposición, Rubén Ventureira, lo ha titulado Vista de A Coruña 1669. “Está claro que lo pintó basándose en el paisaje que hizo ese año Pierre María Baldi, cuyo original se conserva en Florencia”, sostiene Ventureira. El mural ha vivido unos atribulados 65 años para volver prácticamente a su origen: el vestíbulo de un banco.
Lugrís pintó en 1952 sobre los muros de lo que entonces era la sede del Banco Hispano-Suizo, que le pagó 50.000 pesetas por ello, y que habría de ocupar después la cafetería Vecchio. Los 1.700 kilos de muro (9,10 por 2,45 metros) extraídos para la restauración se trasladaron desmontados en siete piezas bajo la supervisión de la Dirección Xeral de Patrimonio a apenas unos metros del local original para quedar instalado en Abanca.
El Hispano-Suizo no dejó huellas en el mural, pero la obra sobrevivió de milagro al barullo de las meriendas y las copas de los años buenos del Vecchio. Arteca, la empresa restauradora contratada por Abanca, encontró en los pigmentos manchas de café, de chocolate e incluso de cigarrillos apagados sobre la visión idílica de la ciudad estampada por uno de sus más insignes bohemios.
Pero también tuvo otros encargos que le otorgaron peor reputación: “Lo denostaban por eso; decoró el yate Azor de Franco y pintó el políptico del Descubrimiento para el Instituto de Cultura Hispánica y lo llamaban despectivamente pintor de cámara”, sostiene Ventureira, puntualizando que el artista, comprometido con la República, tiraba de su surrealismo galaico para precisar que no era pintor de cámara, “sino de camarote”.
Pero lo mismo decoraba los camarotes del Azor que pintaba un par de tablas con motivos de El Quijote para tapar la puerta del váter de la Librería Cervantes, o establecimientos como el Gran Hotel de Vigo que regentaba el productor de cine Cesáreo González, el bar de la Casa del Pescador de Malpica (A Coruña) o el comedor de empleados de la fábrica Massó en Bueu (Pontevedra). Los Massó, empresarios conserveros, le encargaron también una intervención en su capilla privada y una pieza especialmente valorada para su vivienda, el Políptico de la Navegación: 36 azulejos del mismo tamaño y un tríptico central mayor que representa la evolución histórica de los medios náuticos.
Su ingente obra decorativa, ahogada por la costra que deja el tiempo en los inmuebles, emerge tras un trabajo que el comisario de la exposición define como de “investigación periodística” sobre un artista polifacético (poeta, pintor, muralista, decorador) que acabó sus días en Vigo (la llamaba “Xouba City” en alusión al sabroso pescado) en el olvido y la indigencia. Este miércoles, el vicepresidente de Abanca, Juan Carlos Escotet, destacó el interés de la entidad financiera por rescatar a este Lugrís muralista y “proteger” el patrimonio artístico de Galicia.
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