La tumba de Jesucristo resucita
Concluyen las obras de restauración del templete de la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén
La tumba de Jesucristo en la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén ya luce en todo su esplendor. Es la primera vez en siglos que puede verse el edículo –la casita o templete erigido en 1810 para proteger el lugar del enterramiento– tal cual fue concebido. Atrás quedaron la piedra ennegrecida por las velas de los peregrinos y la estructura de hierro colocada por los británicos en los años treinta del pasado siglo para evitar que se viniese abajo, tras quedar seriamente dañado por un terremoto.
El equipo multidisciplinar de más de 50 personas dirigido por Antonia Moropoulou, profesora de la Universidad Politécnica de Atenas, ha terminado el trabajo de limpieza y consolidación del edículo. Tras su trabajo han aflorado los tonos rosas y beis de la piedra, así como las inscripciones y decoraciones originales, hasta ahora prácticamente ocultas. “El mayor reto ha sido hacer que la intervención realmente contribuyera a la estabilidad del monumento. Ya podemos decir que la estructura está firmemente consolidada”, ha explicado este lunes la profesora Moropoulou al pie de la obra restaurada.
Arropada por varios de sus colaboradores, mostraba orgullosa el trabajo que durante casi nueve meses les ha llevado prácticamente a vivir dentro del recinto del Santo Sepulcro, en la Ciudad Vieja de Jerusalén. En este tiempo, han quitado gran parte de las losas que recubrían el monumento, han inyectado material de refuerzo en las paredes, lo han limpiado y han vuelto a colocar las losas con un sistema de pernos de titanio para impedir el riesgo de derrumbe o de deformación de la estructura. “Hemos trabajado día y noche para cumplir los plazos. El proyecto está completo, pero la investigación continua”, asegura Moropoulou.
Durante los trabajos de restauración —la intervención más importante jamás realizada en la tumba, según los expertos— descubrieron que la humedad del subsuelo es el otro gran enemigo a batir. “Habrá que intervenir porque el sistema de túneles que circulan bajo el edículo no tiene un buen drenaje y puede causar problemas futuros. De momento, una parte del equipo va a seguir observando el subsuelo, y en función de cómo evolucione decidiremos qué es necesario”, afirma la profesora.
Inicialmente contaba con un presupuesto de unos tres millones de euros, pero el equipo ya ha gastado un 15% más de lo previsto. La cifra final, contando la monitorización y las investigaciones que aún quedan por hacer, rondará los seis millones. Unos fondos que han sido aportados por las diferentes congregaciones religiosas que custodian el Santo Sepulcro —la iglesia greco-ortodoxa, la católica romana y la armenia—, así como por Jordania, la Autoridad Palestina y decenas de empresas y donantes anónimos.
Todos coinciden, sin dudarlo, en que el momento más emotivo de estos meses de trabajo fue cuando retiraron la lápida del sepulcro donde la tradición cristiana sitúa los restos de Jesucristo, el pasado mes de octubre, para ver el estado de la piedra. “Pudimos constatar que hay elementos que datan de la época del emperador Constantino, pero también que las distintas intervenciones y restauraciones de las que hablan los diarios de peregrinos y textos históricos de los siglos XIV y XVI efectivamente se produjeron. Es historia viva”, argumentaba Moropoulou visiblemente emocionada.
Una historia que ellos han querido preservar para inaugurar lo que llaman “una nueva era” en la historia del santo lugar. “Estamos orgullosos de que las tres principales congregaciones religiosas hayan sido capaces de ponerse de acuerdo para hacer esto realidad. Han demostrado que realmente son guardianes de la tumba y han mandado un mensaje muy poderoso de unidad, que debería ser un ejemplo global”, sentencia la profesora. En su opinión, el respeto es lo que ha imperado.
Ahora, dice, solo falta que ese buen clima permanezca y que se fomente una nueva cultura en la que queden abolidas prácticas, como la colocación de velas alrededor del edículo, que han sido muy dañinas para la piedra. “Necesitamos una nueva cultura de peregrinos pero no se puede imponer, debe surgir del respeto”, dice.
El padre franciscano Eugenio Alliata, experto en arqueología cristiana, también presente en la presentación del edículo renovado, confirma que se han retirado las estructuras en las que antes los peregrinos ponían velas a su alrededor. “Esperemos que eso impida que vuelvan a colocarse cirios cerca de la piedra y podamos preservarla, aunque, por supuesto seguirá habiendo otros lugares donde los fieles podrán encenderlas”, aseveró Alliata.
Los grandes paneles que durante meses han mantenido el edículo oculto de la vista ya están siendo retirados. Los operarios se afanan en que todo quede limpio y despejado para la ceremonia que tendrá lugar el próximo miércoles y con la que quedará oficialmente inaugurada esa nueva era en la historia del Santo Sepulcro.
Cambios sustanciales en el interior
Los cambios propiciados por esta restauración no solo son visibles en el exterior del edículo. La piedra de las paredes de las dos salas que albergan el templete también han sido objeto de una exhaustiva limpieza. En la Capilla del Ángel, la antesala del lugar del enterramiento, se han retirado los vestigios de las barras y pilones de madera y hierro colocados en la época del mandato británico. Solo quedarán visibles desde el interior unas cinchas que refuerzan la cúpula de la sala de lado a lado.
Desde ahí, cruzando una pequeña puerta de 1,33 metros de alto, se accede a la sala que alberga la tumba, venerada por los cristianos. Lo más evidente es la desaparición de los incensarios y lámparas, que antes la abarrotaban, así como la aparición de una ventana con un marco plateado donde los restauradores han dejado al descubierto, protegida por un cristal, la roca original del Sepulcro. Así, los visitantes pueden hacerse una idea de cómo era el lugar cuando Constantino fundó el complejo. Un privilegio que, hasta ahora, solo tenían los sacerdotes que custodian el Sepulcro y que celosamente guardan el secreto de que, detrás de uno de los iconos de la Virgen que adornan la sala, la roca también puede tocarse.
Babelia
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