Planeta extrarradio
Samuel Benchetrit construye con aparente frialdad y sostenido espesor poético el mosaico de un barrio proletario francés
LA COMUNIDAD DE LOS CORAZONES ROTOS
Dirección: Samuel Benchetrit
Intérpretes: Valeria Bruni Tedeschi, Isabelle Huppert, Jules Benchetrit, Gustave Kervern.
Género: comedia. Francia, 2015
Duración: 100 minutos.
Con Crónicas del asfalto (Anagrama) el escritor y cineasta Samuel Benchetrit abrió el proyecto literario de compendiar los primeros treinta años de su vida en cinco volúmenes. Ese primer volumen marcaba las distancias con respecto a los habituales modelos de narrativa autobiográfica: lejos de colocarse en el centro del discurso, Benchetrit narraba su infancia y adolescencia a partir de historias mínimas protagonizadas por los vecinos del edificio en el que creció, situado en un barrio de extrarradio. El mercado editorial español no prosiguió con la edición de este estimulante proyecto –del que ya han aparecido otras dos entregas en el mercado francés-, del mismo modo que los circuitos de exhibición se olvidaron de su original mirada tras el estreno de su ópera prima, Janis & John (2003), película envuelta en la aureola trágica de la reciente muerte de su protagonista, Marie Trintignant, esposa de Benchetrit asesinada por su nuevo compañero sentimental Bertrand Cantat.
Tres películas inéditas en nuestro país separan a Janis & John de La comunidad de los corazones rotos, su quinto largometraje, una excéntrica adaptación de Crónicas del asfalto que obvia todo componente autobiográfico para construir un tríptico que se inspira –y transforma- dos de las historias del libro e inventa una nueva donde Jules Benchetrit, hijo del director, encarna a una posible versión de su padre adolescente. Encerrados en un formato de 1:33 que funciona como correlato formal de las estrecheces de un piso en una ciudad dormitorio, los personajes de La comunidad de los corazones rotos van construyendo un emotivo, aunque marcadamente antisentimental, entramado de conexiones de afecto, comprensión y empatía que desarticula el opresivo clima de alienación, aislamiento y soledad que determina ese universo de anonimia urbana.
Los infortunios sentimentales de un vecino tacaño obligado a depender del ascensor que se escaqueó de pagar, el frágil juego de compensación de ausencias maternas y filiales que se desarrolla entre una actriz madura y un adolescente y la experiencia de un astronauta americano en el planeta más extraño de su carrera —un barrio proletario francés— se van alternando en este elaborado mosaico que Benchetrit construye con aparente frialdad, sostenido espesor poético e imbatible habilidad para esquivar todo peligro de afectación. Cada personaje –entre ellos, los que Isabelle Huppert y Valeria Bruni Tedeschi componen con trazos mínimos o el que Gustave Kervern interpreta casi como tataranieto de Keaton- es un ladrillo más en la construcción de este peculiar edificio.
Babelia
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