Expresidiarios que actúan contra la corrupción
Tras pasar por la cárcel, un grupo de reclusos ha hecho del teatro su vida, con él han roto con su pasado y transformado su vida
Al día siguiente de quedar en libertad, Javier Cruz buscó a su cómplice. Su más leal confidente en prisión se iba a convertir en su salvavidas también fuera de la cárcel. El teatro le alejó de la marihuana en la penitenciaria de Santa Martha Acatitla -al oriente de la Ciudad de México-, donde pasó 15 años, y ahora también se ha vuelto su más fiel aliado. “La compañía me ayudó a alejarme de la mota. Ya no puedo imaginarme sin los ensayos o los estrenos”, reconoce.
La Compañía de teatro penitenciario externa del Foro Shakespeare también fue el refugio de Alejandro Ramírez. Allí acudió hace año y medio, desconcertado ante una ciudad que, tras los más de 20 años que pasó entre rejas, se había vuelto extraña. “Los ejes viales eran diferentes, también los coches y los autobuses. Cuando entré a la cárcel solo había dos líneas de metro y al salir me encontré que podía moverme con él a cualquier parte”.
Ubicada su sede en un extremo de la céntrica colonia Juárez de la Ciudad de México, una parte de esta compañía también trabaja con reclusos de Santa Martha Acatitla. En ella comenzó este proyecto hace ocho años para convertir a presos en actores; rodear de cultura un espacio alejado de los sueños y viciado por la realidad más cruda. Ofrece formación teatral a los reclusos y monta con ellos una obra que ha logrado reunir en 2016 a más de 1.400 espectadores.
Entre rejas comenzaron Javier, Alejandro y sus otros tres compañeros que hoy ensayan, ya en libertad, La mordida. Una obra que trae a escena la corrupción que aplasta a México. El escenario fue su refugio ante “el infierno de la prisión”, recuerda Alejandro. Y sin él, elucubran, ahora todo sería diferente. "Me ha ayudado a orientar mi conducta a cambiar mi vida y mi forma de ser", confiesa Israel Rodríguez, otro de los integrantes de la compañía.
Algunos han cumplido condena por homicidio, otros por robo y hay quien por violación; y tras vivir entre rejas, los cinco actores que forman el elenco de La mordida han hecho del escenario su vida. Son los supervivientes de la férrea disciplina que impone la escena, la misma que dejó por el camino a otro de sus compañeros. “Esto no son segundas oportunidades, ni yo soy una monja de clausura. No hacemos asistencialismo”, señala José Carlos Balaguer, director de proyectos de impacto social del Foro Shakespeare, al que pertenece la compañía. Un grupo de treatro que, de hecho, ha logrado recientemente una beca del FONCA, que otorga la Secretaría de Cultura, para desarrollar proyectos artísticos profesionales.
Cuando entré a la cárcel solo había dos líneas de metro y al salir me podía moverme con él a cualquier parte”
Actores que un día tocaron fondo y que han conseguido con el teatro romper con su pasado. Su formación en la escena incorpora técnicas de control de impulsos y emociones con las que tratan de pasar página y volver a ser uno más en una sociedad que los estigmatiza, los cataloga por siempre como expresidiarios. “Uno de nuestros compañeros ha pasado más de 20 años en la cárcel, otro entró cuando era menor de edad. No tienen las herramientas necesarias para socializarse. En ocasiones hay que explicarles hasta qué es el amor”, argumenta José Carlos.
Ismael tiene 24 años y pasó tres años y 10 meses en un correccional de menores de la Ciudad de México. Hoy es un escritor de relatos y actor, al que se le cuadran los más peligrosos de su barrio. Salió de la cárcel a un mundo que, ante sus ojos, había empequeñecido y en el que se mantenía en alerta constante: arrastraba el modus operandi de la cárcel.
“El primer día fuera de la cárcel me sentía muy grande. Creía que mi casa se había encogido y los coches me parecían de juguete. Cuando salí estaba en alerta permanente. Dentro te agudizas mucho, aprendes a observar porque allí a veces te agreden y en otras ocasiones agredes. Pero el teatro me ayudó, me enseñó a interactuar con el otro, a comunicarme”.
Cuando salí estaba en alerta permanente. Dentro aprendes a observar porque allí te agreden y en otras ocasiones agredes
Ahora es el propio Ismael el que hace cuestionarse al público su comportamiento: ¿aceptarías dar un soborno en un momento de máxima desesperación?, pregunta a la audiencia que acude a los ensayos abiertos en el Centro cultural autogestivo el 77. Pone contra las cuerdas a la conciencia del espectador en una obra cargada de humor en la que su personaje batalla contra una burocracia tediosa y desesperante. Dirigida por el cómico Artús Chávez, La mordida se desarrolla en un único espacio teatral: la oficina de un funcionario. Allí, durante poco más de una hora el protagonista tratará de hacerse con la firma y el sello que le faltan para abrir su puesto de tacos.
Una obra que retrata a la corrupción que se extiende dentro y fuera de la cárcel, que traspasa muros y se instala en todos los estratos y clases sociales. Basada en hechos reales, La Mordida subraya cómo los sobornos van corroyendo a México y logran adentrarse en la realidad cotidiana del ciudadano de a pie. Teatro que intenta cambiar al país y que llega de la mano de quienes han roto con su pasado para transformarse por completo.
Babelia
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