Alberto Giacometti y su búsqueda de la obra perfecta
Stanley Tucci presenta 'Final Portrait', una correcta aproximación a la vida del genial escultor suizo, al que encarna Geoffrey Rush
"En estos momentos me apetece más dirigir; pero claro, tengo hijos pequeños y mayores, una vida que mantener, unos gastos, y me llaman para actuar". Stanley Tucci (Nueva York, 1960) lleva décadas haciendo personajes de los llamados robaplanos: él sale y le chupa la sangre al actor protagonista. Sabe que se le da bien, que aparecer en una saga como Los juegos del hambre lucra su cuenta corriente y le gana libertad. "Pero como intérprete odio las esperas en los rodajes". También reordenó su vida cuando se quedó viudo en 2009 con tres hijos. Años después ha vuelto a casarse (con la agente literaria Felicity Blunt, hermana de la actriz Emily Blunt) y es padre de nuevo. Se mudó a Londres. "He vivido demasiado tiempo en Nueva York, y la ciudad está marcada por el recuerdo de mi primera esposa. Felicity trabaja en Londres y es un buen sitio para vivir, especialmente ahora, con lo que ocurre en Estados Unidos", asegura relajado y sonriente en un hotel berlinés. De aquella época solo le quedaba un proyecto pendiente, y hoy lo ha visto por fin estrenado en la Berlinale, en la Competición aunque fuera de concurso: se titula Final Portrait y se ha convertido en su quinto largometraje como director.
Hce más de una década, Tucci leyó un libro del escritor y crítico de arte James Lord, biógrafo de artistas como Picasso y autor de A Giacometti Portrait. En esta obra hablaba de su especial relación con Alberto Giacometti, el legendario escultor suizo, que en el París de 1964 invitó a posar a Lord para un retrato que nunca acabó. Lord falleció en 2009, pero a Tucci le dio tiempo a conocerle. "Me cedió los derechos del libro e incluso leyó el primer guion. Conté con su bendición". Ahí nació Final Portrait, esos días mágicos en que Lord fue retrasando su vuelta a Nueva York para que Giacometti lograra finalizar su pintura, un retrato que finalmente nunca remató.
En la pantalla la amistad de Giacometti y Lord es retratada con el humor que imprimían a sus conversaciones. A Giacometti le daba igual el dinero -que ganaba a espuertas porque entonces ya era una estrella del arte- y vivia obsesionado con una prostituta para desesperación de su esposa. También le traía por la calle de la amargura que su estilo estuviera devorando su alma como artista. Por eso lucha, más que pinta, contra el retrato. "La película no quiere mostrar a un Giacometti santo, sino a un ser humano lleno de contradicciones, al que solo parece soportar su hermano, pero repleto de talento. En realidad, me gusta que Final Portrait reflexione sobre el proceso de creación. Los tiempos de la pintura y los fiílmicos son muy distintos. No es sencillo plasmar ese arte en pantalla". En realidad, sus cuatro películas precedentes como realizador hablaban también de procesos de creación. "Joder, es cierto. No lo había pensado". En Big Night -atentos a cómo se hace una tortilla francesa perfecta- sobre la cocina; en The Impostors sobre la actuación; en El secreto de Joe Gould sobre la escritura (aunque en este caso, baldía)..."Ya, y en Blind Date sobre el amor y encima ambos son artistas. ¡Ay, dios, me repito!".
Pero en Final Portrait el estilo se ha depurado ("Me hago mayor y el personaje me lo imponía") y por primera vez Tucci no actúa. "Quería concentrarme todo lo posible e interpretar te distrae del resto". Así que el papel de Giacometti lo herederó Geoffrey Rush (que lo lleva al límite), y junto a él Armie Hammer (Lord), Sylvie Testud (Annette Arm, la esposa del escultor y pintor), Clémence Poésy (la prostituta Caroline) y su amigo del alma Tony Shalhoub como Diego Giacometti. "Me ha costado levantar el proyecto 10 años. Ya está ahí y yo seguiré a lo mío: algunas películas las interpretaré por dinero, otras por placer e ilusión artística, y otras por aprender de los directores".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.