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Ana Belén da una lección de estilo

La ganadora del Goya de Honor brilla junto a Penélope Cruz en la alfombra roja

Carmen Mañana
La actriz y cantante Ana Belén, a su llegada a la gala de la XXXI edición de los Premios Goya.
La actriz y cantante Ana Belén, a su llegada a la gala de la XXXI edición de los Premios Goya.JUANJO MARTÍN (EFE)

Colores suaves, faldas sirena, escotes palabras de honor. Cualquiera diría que las alfombras rojas —no solo la de los Goya— viven de espaldas a las tendencias. Año tras año, las actrices, o sus estilistas, se empeñan en repetir una fórmula que creen segura, pero que va perdiendo eficacia con el paso del tiempo. Cada vez resultan menos memorables.

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Ana Belén demostró que, en la elección de vestuario, la experiencia también es un grado. A sus 65 años consiguió eclipsar a un ejército de jóvenes y lozanas actrices con su diseño de Delpozo. No era solo que la escultórica pieza equilibraba su fragilidad, sino que contaba una historia, la de su amistad con el fundador de esta marca, fallecido en 2011. Durante décadas, la actriz fue su musa y nada tenía más sentido que volver a vestir su firma para recibir el Goya a toda una carrera. “Hay un diálogo con este vestido. El hilo que me une con Jesús del Pozo es fuerte”. A diferencia de la bella Miriam Giovanelli, Ana Belén no olvidó que la peluquería puede destruir o salvar un estilismo.

Quizá Penélope Cruz no aportó la emoción que se le supone a estos eventos, pero sí actitud. Con su ceñido vestido negro de Versace y un moño que emulaba una media melena, demostró que juega en otra liga.

Sin recetas obvias

Bárbara Lennie huía también de las recetas obvias con su Gucci en tonos verdes y amarillos. La protagonista de María (y los demás) introducía una de las propuestas más deseadas del momento: la del nuevo niño mimado de la moda, el diseñador Alessandro Michelle. Leonor Watling y Michelle Jenner también sobresalieron. La primera, con una pieza roja plisada de Alberta Ferretti y la segunda, con espectacular vestido blanco de Dior alta costura.

Pero si algo caracterizó la alfombra roja de este año ha sido el diseño español, en mayor número de habitual, y por el predominio del color blanco. En la combinación de ambos elementos estuvo la clave de la noche: María León y Antonia San Juan, de Juanjo Oliva; Leticia Dolera, de Alicia Rueda Costura; Cayetana Guillén Cuervo, de Santos Costura; y Belén Cuesta, de Pedro del Hierro. Solo Paz Vega, gótica e inquietante (en el mejor sentido de la palabra), apostó por un diseño negro de Jorge Acuña.

Cristina Rodríguez también fue a contracorriente. Pero cuando a una la nominan por duplicado al Goya al mejor vestuario —Tarde para la ira, No culpes al karma— ya no hay nada que demostrar. Solo queda disfrutar. Por eso, se calzó un diseño bipolar de Atelier Emilio Salinas, que le permitía, literalmente, ponérselo todo: falda corta, falda larga, rasos, hombros rococó; y uniendo las dos mitades de su vestido, un lujurioso escote. Siendo como es una profesional de la moda, no hay duda de que eligió esta prenda a sabiendas de que desencadenaría una catarata de críticas. Como poco, consiguió romper la monotonía de la alfombra roja.

Compitiendo con ella en escote, Cuca Escribano. Baste decir que, afortunadamente, cubrió su diseño con un chal bordado con un texto reivindicativo: “Más papeles femeninos”.

Qué difícil es ser hombre

Intentar ser original sobre la alfombra roja es una de las pocas circunstancias de la vida en las que ser un hombre supone una dificultad añadida. Eduardo Casanova apostó por un esmoquin rosa de corte rockabilly. Brays Efe buscó darle un toque diferente con una pajarita de dibujos geométricos. Y Miguel Ángel Muñoz escogió una americana decorada con unas casi imperceptibles estrellas. Merecen al menos un accésit por intentarlo. Raúl Arévalo, uno de los grandes protagonistas de la noche, lució un diseño de Dior con un pequeño detalle de strass en la solapa. Esta concesión le convirtió en uno de los más atrevidos de la noche, lo cual habla por sí solo del limitado margen de maniobra con el que juegan los invitados a los premios Goya.
Pedro Almodóvar, de negro riguroso, capitaneaba el club de los clásicos y elegantes —Hugo Silva, Jesús Castro—, del que, de momento, no es miembro Karra Elejalde.

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