Los jóvenes de Roma se enamoran del arte contemporáneo
Siete de cada diez visitantes de la exposición de arte contemporáneo LOVE tienen entre 15 y 25 años
En la ciudad del Coliseo, el Panteón y los Museos Vaticanos, el arte contemporáneo lucha por hacerse un hueco y los jóvenes se han alzado como sus mayores impulsores, en un giro que ha sorprendido a los expertos. El público interesado por este arte sigue siendo experto y escaso. No alcanza al gran público ni atrae a los alrededor de 50 millones de turistas anuales que visitan el país. Prueba de ello es que entre los 30 museos más visitados en toda Italia en 2016 —liderada por el Coliseo romano, el yacimiento arqueológico de Pompeya y la Galería de los Uffizi, en Florencia— no hay ni uno solo moderno o contemporáneo.
Pero el amor se ha abierto un hueco. La exposición LOVE, en el Claustro de Bramante de Santa María de la Paz, ha desvelado una sorpresa: que el público joven puede ser el verdadero promotor del arte contemporáneo en Roma. Se trata de una colección de 33 obras de 18 artistas internacionales como Andy Warhol, Yayoi Kusama, los creadores pop estadounidenses Robert Indiana y Tom Wesselmann o la pareja formada por Gilbert & George, que propone distintas interpretaciones del amor. Se presentó el pasado 29 de septiembre como “una candidata a situar la ciudad de Roma al mismo nivel de otras exposiciones internacionales contemporáneas” y, a tres semanas de su clausura, prevista el 19 de febrero, roza los 100.000 visitantes, todo un éxito. “Estamos seguros de que superaremos esa cifra. En una ciudad como Roma, que ofrece tantísimas opciones culturales, y para una muestra de arte contemporáneo, son números muy importantes”, ha declarado a este periódico el comisario de la exposición, Danilo Eccher.
“Lo realmente sorprendente es que siete de cada diez visitantes tienen entre 15 y 25 años. LOVE. El Arte contemporáneo encuentra el amor, es una muestra que, incluso teniendo un alto grado de complejidad, con obras difíciles de comprender e interpretaciones duras, ha tenido una acogida buenísima por parte de los jóvenes”, explicó el comisario, quien defendió que esta cifra “demuestra que no es verdad que a los jóvenes no les interese la cultura”.
Museos de récord
En el año 2016, los museos estatales italianos batieron un nuevo récord y las visitas alcanzaron los 44,5 millones, cifras que aumentarían si se incluyeran las instituciones privadas. “Se trata del tercer año consecutivo de crecimiento de los museos estatales, que desde los 38 millones de entradas vendidas en 2013 han pasado a 44,5 millones en 2016. Son 6 millones de visitantes más en un trienio, que representan un incremento del 15%”, afirmó el ministro de Bienes Culturales, Dario Franceschini, en la presentación de los datos referentes al pasado año.
“La fortaleza, sin duda, es nuestro patrimonio arqueológico, si se considera que solo el Coliseo, Foro Romano, el Palatino, el Museo Arqueológico de Nápoles, las ruinas de Paestum y el yacimiento de Pompeya ya superan 11 millones de entradas”, añadió Franceschini. También es clara la importancia de museos como el de la Academia de Florencia, el Museo Egipcio de Turín o la Galería Borghese de Roma aunque, eso sí, de arte antiguo y clásico.
Para él, son tres los secretos del éxito. El primero de ellos es el asunto que trata: "Necesitamos más que nunca reflexionar sobre qué es el amor, qué es el sentido positivo, qué significa compartir. El tema del amor tiene una actualidad muy fuerte, especialmente en un momento en el que hay tensiones internacionales violentas y en el que Europa está viviendo una crisis dramática". "La segunda fuerza" —prosigue— "son las obras: hemos reunido a los más grandes protagonistas de la escena mundial del arte”. Pero estos dos no hubieran funcionado sin un tercer factor, al que Eccher denominó acceso abierto. “El público, y especialmente si es joven, no queda satisfecho solo con mirar las obras de arte. Quiere ser protagonista y vivir una experiencia”.
En el Clautro de Bramante, un patio renacentista del siglo XV, el comisario se propuso que “los visitantes se sintieran partícipes y no solo espectadores”. Era indispensable que los artistas permitieran fotografiar las obras —con espacios reservados para hacerse selfies— y que los visitantes pudieran dejar mensajes en algunas paredes. Una estrategia dirigida a las redes sociales hizo el resto. “Ha bastado que los diez primeros jóvenes se hicieran una fotografía en el espejo infinito de Kusama para hacerlas virales, invadir las redes sociales y llamar así a muchos otros”. La obra de la japonesa, Todo el amor eterno que le tengo a las calabazas (2016), que permite experimentar el sentimiento de abandonarse y respirar la soledad, es ya una de las obras de arte más compartidas en Instagram. Para Eccher, “el interés y la necesidad de los jóvenes de buscar y compartir valores positivos y sentimientos como el amor o la felicidad debería despertar una reflexión en el mundo de la cultura”.
Babelia
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