“El teatro va a ser importante para luchar contra la xenofobia”
Simon Stone, uno de los directores jóvenes más cotizados actualmente, dirige 'Engel in Amerika', una versión de la obra que le valió a Kushner el Pulitzer en 1993
Los silencios de Simon Stone son la antesala de un torrente verbal que desborda cualquier pregunta pensada o cualquier guion establecido. Este australiano de 32 años es uno de los directores jóvenes más cotizados del mundo, tiene un extenso discurso acerca de la política, el futuro, los dramas sociales y la convergencia entre pasado y presente, ha sido actor de televisión, escritor, director de cine y teatro, fundó en 2007 la compañía teatral independiente The Hayloft Project, y desde 2011 es director residente del Belvoir St Theatre en Sydney (Australia).
Ese currículum vitae le ha valido la etiqueta de enfant terrible. Él no termina de estar de acuerdo: “Es una frase muy fácil para describir a alguien joven que está trabajando mucho o que plantea retos. Yo nunca fui un enfant terrible, mi madre lo sabe. De todas formas, creo que trabajamos para hablar sobre la forma en la que vemos el mundo y esa visión puede ser mejor o peor aceptada. Es una expresión quizás dirigida a aquella gente que está creando algo que una parte del público no está dispuesta a aceptar, aunque lo hagan sin intención de impactar”.
Con o sin intención de generar algo más que puro entretenimiento sobre las tablas, se metió de lleno con Angels in America, obra que le valió el Pulitzer en 1993 a Tony Kushner, que revolucionó Broadway aquel año, y que la HBO llevó a la pequeña pantalla y Peter Eötvös a la ópera. La versión de Stone en alemán, Engel in Amerika, estuvo el pasado fin de semana en el Teatro Arriaga de Bilbao, cinco horas y media con tres pausas (la obra se divide en dos partes, Se acerca el milenio y Perestroika) de una historia ambientada a mediados de los años 80, en plena era Reagan, también en plena expansión del VIH en Estados Unidos, en contra del neoliberalismo, y a favor de la profundidad en las relaciones humanas, dejando al descubierto la normalidad más absoluta de la homosexualidad, y con una particular visión de la religión. Nada parece haber cambiado en tres décadas.
“Creemos que avanzamos mucho, pero es solo una ilusión”, apunta Stone intentado rebajar un marcado acento australiano levemente suavizado por sus largas temporadas en Europa. “Realmente Kushner tenía la cabeza amueblada y sabía perfectamente cuáles eran los aspectos más peligrosos de la política. Ese ángel (otro de los personajes) que baja del cielo para decirle al protagonista que tiene que difundir el mensaje de que hay que dejar de emigrar y que la humanidad debe mantenerse dentro de sus propias razas…”. Para Stone, la lucha contra esa idea es uno de los mensajes que hoy debería ver Europa, y que el teatro debe lanzar. Pero solo uno de ellos, porque esa obra de siete horas de duración en la versión original parece una panorámica del presente desde el pasado, como una carcajada hacia el futuro con un “no habéis aprendido nada”.
“Roy Cohn, que también aparece en la obra, fue aquel abogado gran amigo de McCarthy que también le enseñó mucho sobre política a Donald Trump durante sus últimos años. Probablemente estemos viviendo en una especie de mundo de este personaje”. Neoliberalismo, mentes cerradas, codicia, aislamiento… Stone hace una lista de “cualidades” de la narrativa actual. “Esa que ha hecho que gente como Trump esté en el poder, esto es como un flashback, la historia se repite y es importante verlo. Estamos viviendo en un presente que ignora al pasado, y tenemos la ilusión de que las cosas esta vez saldrán bien…”.
Pero si hay algo que Stone define como “inseguro” es el futuro, el político, y en cierto modo, “el humano”. “Hemos perdido la capacidad de aceptación del otro y es algo que hay que recuperar”. El director de adaptaciones como Maridos y mujeres, de Woody Allen, o Yerma, de García Lorca, cree que la responsabilidad es de aquellas personas que nos están gritando que podemos tener lo que queramos. “Y no es verdad”.
Mientras, el teatro es parte de la solución: “Va a ser una importante herramienta política en los próximos 20 años, mientras luchamos contra el auge de la xenofobia. Al final, el patio de butacas es una habitación que compartes con alguien cuya historia no conoces, de la que no sabes nada”.
Babelia
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