Paisaje con monstruos, de Jackson Pollock
Una exposición en Suiza descubre la obra figurativa del pintor estadounidense, antes de su triunfo con los ‘drip paintings’ a finales de los 40
Se hizo célebre esparciendo pintura sobre lienzos de formato gigantesco, con los que logró alterar el canon artístico del siglo pasado. Pero, antes de convertirse en cabeza pensante del expresionismo abstracto, Jackson Pollock también firmó decenas de cuadros que, sin aspirar a reproducir de manera fidedigna la realidad, se inscribían plenamente en la figuración. Una exposición en el Kunstmuseum de Basilea se centra en el periodo anterior a su consagración, indagando en los recodos menos conocidos de su trayectoria, a partir de 100 cuadros y dibujos procedentes de colecciones públicas y privadas de cuatro continentes distintos.
Hasta el 22 de enero, la muestra agrupa las obras anteriores a los llamados drip paintings, los cuadros que pintó colocando el lienzo sobre el suelo y dejando gotear ráfagas de pintura sobre él. Lo convertirían en jefe de filas de la primera vanguardia plenamente estadounidense, y también en “el mayor artista vivo” en su país, como sentenció la revista Time en 1948. Según la biografía Jackson Pollock (Circe), iconoclasta investigación que después inspiró la película dirigida por Ed Harris –proyectada a mitad de la muestra en Basilea–, el pintor habría dado con esa técnica al recordar cómo su padre orinaba sobre las rocas cuando era niño, dibujando sobre ellas de manera aleatoria (una explicación que el crítico Clement Greenberg, uno de los primeros defensores de Pollock, tildó de “estupidez”). Ese mismo libro sostenía que el pintor tuvo inclinaciones homosexuales, lo que ha negado su amigo y biógrafo Jeffrey Potter. “Lo que era es asexual. Todo su impulso sexual iba a parar a su trabajo”, afirmó en 1990. Muchas de sus obras figurativas dan fe de una sexualidad algo malsana y constreñida, en la que indagó sirviéndose de las teorías de Carl Jung.
En realidad, el periodo de los drip paintings duró solo tres años, de 1947 a 1950. Antes, Pollock firmó una obra muy distinta. La muestra arranca con uno de sus primeros cuadros, inspirado por Thomas Hart Benton, su primer profesor y mentor. Fue una gran figura del regionalismo, uno de los primeros movimientos pictóricos que se alejaron de la tradición europea para centrarse en temas puramente estadounidenses, como la vida en el Oeste o la batalla diaria contra una naturaleza casi indomable. Siguiendo sus enseñanzas, Pollock firmó Rolling Hills (1934), un banal paisaje de la América profunda, prestado por un museo de Kansas City.
Fue al descubrir el muralismo mexicano –en especial, a Siqueiros y Orozco– y descubrir el Guernica en 1939, cuando estaba expuesto en Nueva York, cuando su lenguaje empezó a cambiar. Entre 1934 y 1940 se enfrentó a lenguajes pictóricos muy distintos y de periodos diferentes, de los nativos americanos al arte de los inuit, de los poderosos murales de los mexicanos a Picasso y su periodo surrealista”, sostiene la comisaria de la muestra, Nina Zimmer. Más tarde, las obras de Joan Miró y Jean Arp también dejaron huella. El resultado fue una pintura más personal y también más torturada. En una de las primeras salas, se exponen los dibujos que esbozó en los años 30 para dos psicoanalistas distintos, a los que acudió para intentar superar su alcoholismo. Incapaz de traducir verbalmente sus angustias, decidió ilustrarlas en cuadros llenos de monstruos y otras siluetas amorfas, paisajes en ruinas y ritos de otros tiempos y culturas.
En 1942, Pollock firmó el celebrado Stenographic Figure, que luego sería adquirido por el MoMA. En él aparecen dos figuras humanas gesticulando alrededor de una mesa o una cama, tal vez un guiño a su incipiente relación con la pintora Lee Krasner, que se convertirá en su mujer en 1945. “La obra artística de Jackson se ha desarrollado desde los años 30. No observo en ella rupturas nítidas, sino más bien una evolución constante de los mismos temas y obsesiones”, dejó dicho Krasner. No le faltaba razón: su figuración resulta bastante abstracta y en su abstracción siguen apareciendo figuras. Además, esa transición hacia lo abstracto acabará teniendo vuelta atrás. A principios de los 50, su experimentación con los drip paintings tocará techo. Pollock volverá a apostar entonces por lo figurativo. En la última sala se expone una de sus series finales, los perturbadores black and white paintings, donde reaparecen los motivos que ya utilizó en su juventud. El propio Pollock sostuvo, antes de su muerte prematura en un accidente de tráfico en 1956, que en sus cuadros más tardíos “se transparentan los de otro tiempo”.
Nuevas lecturas sobre un periodo fundamental
La exposición en Basilea coincide con otras dos muestras que también proponen nuevas lecturas sobre la obra de Pollock. De entrada, el pintor ocupa un lugar protagonista en la monográfica dedicada al expresionismo abstracto, que esta semana llega a su fin en la Royal Academy de Londres, donde coincide con otras figuras como Rothko, De Kooning o Krasner. Además, una de las obras figurativas de Pollock cierra una exposición dedicada al arte estadounidense de los años treinta en el Museo de la Orangerie de París. El recorrido describe el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial, una era fundamental para la reafirmación de la pintura norteamericana. A Pollock le acompañan Edward Hopper, Georgia O'Keeffe o Grant Wood, cuyo American Gothic se expone por primera vez en territorio europeo.
Babelia
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