Andrew Garfield: “Rezo para que mis personajes me afecten”
El actor interpreta en 'Hasta el último hombre' a Desmond Doss, el primer objetor de conciencia de la historia en recibir una Medalla de Honor
Desmond Doss tomó dos decisiones. La primera fue alistarse de manera voluntaria para el peor conflicto de la historia de la humanidad. La segunda: lo haría sin armas. Se marchó al corazón de la Segunda Guerra Mundial dispuesto a no disparar ni una sola bala. Al principio, sus superiores trataron de tumbar las certezas de aquel insensato. Se encontraron, sin embargo, con creencias (personales y religiosas) más sólidas que el temor de la muerte o el acoso de sus compañeros. Acabaron dándose por vencidos y le asignaron el rol de médico. Así sirvió Doss en el frente del Pacífico, y así se convirtió en el primer objetor de conciencia de la historia en ganar una Medalla de Honor. “Me fascina cómo siguió siendo fiel a sí mismo pese a una presión enorme para que se volviera algo que no era”, aseguraba Andrew Garfield en el pasado festival de Venecia. Allí el intérprete presentó Hasta el último hombre, el nuevo filme de Mel Gibson, en el que interpreta a Doss y que llega este viernes 9 a España.
Actor y director iban a ofrecer la entrevista de forma conjunta. Tras unas horas, sin embargo, el cineasta canceló el resto de compromisos del día. Y Garfield asumió toda la promoción de la película sobre sus hombros, como Doss cargaba con sus compañeros heridos en plena batalla. Bueno, más o menos. Lo único no exagerado de la comparación es que el actor no suele estar nada a gusto en las entrevistas. Por lo menos, recostado sobre los brazos de un sillón, debe de estar bastante cómodo. “Lo mejor del cine es cuando logras una trama que merece la pena contar, con un grupo comprometido y con el talento necesario para hacerlo bien. Lo peor, en cambio, son los pesos superfluos: si pudiera cambiar algo, sería que se hable más de las historias y no de qué actores están en ellas, sus vidas, los posibles premios o el presupuesto”, asegura.
En el pasado, Garfield ha explotado varias veces, compartiendo con el periodista de turno dudas resumidas en algo así como: “¿Qué tendré yo que decir?”. Tal vez por ello responda a medias sobre si hay guerras legítimas: “No me gustan, pero entiendo la necesidad de defender tu casa de un régimen opresivo, del mal. A veces hace falta usar la fuerza para poner límites. Y la guerra está justificada frente al infierno”.
Su carrera, en realidad, tiene bastante que contar. He aquí un exSpiderman y el protagonista del nuevo filme de Martin Scorsese, Silencio. A sus 33 años (Los Ángeles, 1983), compartió escenario en Broadway con Philip Seymour Hoffman y ha mezclado superproducciones de Hollywood y películas más indie. Es decir, Garfield tiene tablas, currículo y nominaciones como para ser escuchado. El actor también ha aprovechado su fama para posicionarse a favor del matrimonio homosexual o en contra del racismo y la desigualdad de la sociedad occidental. Aunque prefiere que sus filmes hablen por él. “Mi manera de protestar es contar historias que puedan cambiar las mentes y los corazones de las personas, y quizás inspirarlas para que sean más ellas mismas”, defiende.
Por eso se sumó a Hasta el último hombre. Por Gibson. Y porque algo en su estómago se lo pidió. “Leí el guion y me pareció muy poderoso. Pensé: ‘¡Que nadie lo haga, quiero ser yo!’. A veces llegan proyectos que te golpean y te piden subir a bordo. Normalmente, yo no escojo sino que dejo que mis entrañas elijan por mí”, agrega. Su instinto le propone también ponerse, pronto, detrás de la cámara. Pero, a la espera del “par de ideas” que ya tiene preparadas, Garfield sigue adelante con la actuación.
Desde que se pusiera a trepar muros y disparar telarañas, su carrera también ha escalado sin parar. Cineasta y críticos han empezado a notar cada vez más ese joven delgaducho con una enorme capacidad emotiva. David Fincher le quiso para el papel de Mark Zuckerberg en La red social pero acabó asignándole el rol del otro fundador, Eduardo Saverin. “Por su increíble acceso emocional al núcleo de la humanidad”, afirmó el cineasta. “Rezo porque mis personajes me afecten”, cuenta Garfield. Y añade: “Espero sacar información y conocimiento de cada uno de ellos. Aunque te estás convenciendo de ser alguien distinto y tienes que ser capaz de volver atrás. Al final de cada jornada, te limpias. Yo necesito rituales para quitarme el día de encima”.
Básicamente, su talón de Aquiles se volvió su punto fuerte. Porque el actor se ha sentido a menudo rechazado en una industria obsesionada con presumir de fama y testosterona. Y de pequeño sufrió acoso escolar por su emotividad y su gracilidad. De ahí que se refugiara en los cómics del Hombre Araña. Confiaba en que algún día el héroe le rescatara. Pero Spiderman hizo mucho más: le cedió su disfraz.
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