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Crítica | Gimme Danger
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

A pecho descubierto

El brío, la desmesura y el caos de los Stooges no podían legar una película pulcra, convencional, ordenada y didáctica

Javier Ocaña

GIMME DANGER

Dirección: Jim Jarmusch.

Género: documental. EE UU, 2016.

Duración: 108 minutos.

El brío, la desmesura y el caos de los Stooges no podían legar una película pulcra, convencional, ordenada y didáctica sobre su trayectoria musical y vital. Más bien lo que demandaba su torrente de pureza descontrolada, garajera y adrenalínica, era un chute de violencia musical y sonora, creativa y espontánea. Y, sobre todo, personal. Y ahí Iggy Pop, líder de la banda de Detroit, y Jim Jarmusch, veterano creador de demostrada intuición y sabiduría musical, director de Gimme Danger, documental sobre la banda, parecen formar la pareja perfecta. Dos tipos con infinito estilo.

La palabra inglesa cool, sin traducción fija en español, aunque se haya visto desde "estiloso" hasta "guay", debe ser una de las más pronunciadas en el documental de Jarmusch. Y no por casualidad: probablemente sea el término que mejor define a Iggy Pop y The Stooges. También al director de Bajo el peso de la ley y Solo los amantes sobreviven, que ha compuesto una película con documentación de todo tipo (televisiva, de prensa, entrevistas del pasado, actuaciones...), y material rodado expresamente para Gimme Danger (sobre todo dos largas conversaciones con Iggy, que sirven de hilo conductor con no pocas desviaciones narrativas), pero en la que la música nunca deja de ser su motivación principal. Por mucho que se acompañe incluso de numerosos momentos animados, sencillos, casi toscos pero demoniacamente enérgicos, como las canciones de los Stooges, en una línea de recortes y stop-motion semejante a South Park.

Con un demoledor sentido del humor y un reflexivo análisis de sus influencias musicales y lisérgicas, que lo mismo les permite reírse de Bob Dylan y Crosby, Stills & Nash que trazar un sincera radiografía del importante papel jugado por las drogas en sus canciones, Gimme Danger culmina además con un último acto de imponente espíritu psicodélico en el montaje, sonido e imagen. El espíritu rabioso y punk de una película a pecho descubierto.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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