Sorolla en los salones de París
La casa museo del artista en Madrid expone la obra de su época más internacional
A finales del siglo XIX, Joaquín Sorolla (Valencia, 1863 - Cercedilla, Madrid, 1923), era un artista enormemente reconocido en España, una fama que se había multiplicado desde que decidió instalarse con su familia en Madrid, en 1889. Pero si algo caracteriza la personalidad del artista valenciano es la ambición internacional que tuvo desde muy joven. Quería ser famoso en todo el mundo y sabía muy bien como conseguirlo. Lo primero era dominar París, entonces capital mundial del arte, donde supo introducir su obra en los grandes salones internacionales. La crónica de aquellos años es la de su habilidad para absorber lo mejor de los artistas que admiraba (desde Velázquez a Whistler o Sargent) y su capacidad para seducir a los coleccionistas y a la crítica. La exposición Sorolla en París que se puede ver en su casa museo de Madrid, desde el 24 de septiembre hasta el 19 de marzo, es una sucesión de sus grandes hitos artísticos que arranca con sus primeros viajes a la capital francesa en 1885 y concluye con su traslado a Nueva York, ya como artista consagrado. La muestra es una coproducción con la Kunstalle de Munich y el Museo de los Impresionistas de Giverny y ha sido vista por 350.000 personas entre ambos espacios.
La hermosa casa museo del artista situada en pleno centro de Madrid ha sido sustancialmente trasformada para la exposición. Las comisarias, María López Fernández y Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del artista y catalogadora oficial de su obra (unas 4.000 pinturas) explican que es la primera vez que se reconstruye el periplo internacional de Sorolla, algo esencial si se tiene en cuenta que siempre trabajó midiéndose con lo que se hacía fuera, con lo que veía en las galerías, salones y museos de todo el mundo. “En realidad", explican, las obras que aquí se pueden ver, "son las que él hubiera escogido, porque formaron parte de los grupos de pinturas que mandó a los salones, a las bienales y a las exposiciones que le dedicaron en París, Viena y en Berlín”. De las 66 pinturas que se pueden ver en Madrid, la mitad pertenece al museo y el resto han sido prestadas por una docena de colecciones internacionales como el Museo Ca' Pesaro (Venecia), Philadelphia Museum of Art (Filadelfia), Museo de Bellas Artes de La Habana, Musée d'Orsay (París), The Hispanic Society of America (Nueva York), Museo de Bellas Artes de Bilbao y la Colección Bancaja.
Estructurada en cuatro grandes secciones, la exposición arranca con una serie de pinturas realizadas para concursar: Cosiendo la vela (1896) y Triste herencia (1899), dos obras de gran formato, de fondo social, con las que el artista fue reconocido en varios certámenes internacionales.
A partir de la década de 1890, Sorolla comienza a presentar sus obras en los grandes certámenes internacionales, especialmente en las exposiciones de Berlín, Munich y Viena, en la Bienal de Venecia y, por supuesto, en el Salón de París, el lugar donde todos los artistas acudían en busca de fama y prestigio y donde sistemáticamente eran rechazados aquellos que no se ajustaban a las normas académicas, como fue el caso de los impresionistas, a los que Sorolla tildaba de holgazanes, pero de los que adoptó la pincelada ligera y el gusto por el trabajo al aire libre.
Conseguidos los primeros grandes premios internacionales, al valenciano empezaron a lloverle los encargos de retratos, capítulo al que se dedica una gran parte de la exposición. Su elegante esposa, Clotilde, y sus tres hijos le sirvieron de modelos y de enganche para que la alta sociedad demandara sus servicios. Daban una imagen que nada que tenía que ver con los humildes orígenes del artista, huérfano desde los dos años, adoptado junto a su hermana por un tío cerrajero y acogido por la familia de su mujer desde la adolescencia. Las obras Madre (1895) o Elena entre rosas (1907), son dos de las piezas más representativas de este espacio.
Con el éxito económico y el reconocimiento social asegurado, Sorolla se permitió experimentar los temas que de verdad le apasionaban y que tenían que ver con el mar Mediterráneo junto al que se había criado. El estudio del pintor recreado para la exposición es un espectáculo de escenas luminosas que, en opinión de las comisarias, fueron para él también las más queridas. La cumbre de este período está representada en la serie pintada en Jávea, durante el verano de 1905, que produce algunas de las obras más importantes que configurarían su gran retrospectiva en la Galerie Georges Petit de París en 1906.
La muestra concluye con una tanda de pinturas en las que retrata elegantes paisajes y jardines, algunos de ellos centrados exclusivamente en el mar y ya sin la inclusión de personas, un lujo que hasta entonces no se había permitido pero que le permitió viajar rodeado de gloria hacia Estados Unidos para multiplicar la fama y el reconocimiento.
2.000 falsos interceptados
Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del artista y autora del catálogo razonado de su obra afirma que existen unas 4.000 obras del artista. Puede haber más, porque pese a haber muerto con solo 60 años, fue un artista muy prolífico. Exitoso desde muy joven, sus coleccionistas están dispersos por todo el mundo. Pero al éxito le es difícil escapar de la picaresca. Pons-Sorolla asegura que tiene fichadas unas 2.000 obras que se han intentado atribuir a Sorolla. “Algunas, las menos, son atribuciones erróneas. Las otras son burdas falsificaciones”.
¿Puede haber en el mercado nuevas falsificaciones? “Puede”, reconoce la bisnieta. “Pero serán excepciones. A mí me vienen a preguntar continuamente y doy mi opinión. En España, las casas de subastas, a excepción de una que no nombraré, me preguntan por sistema”.
Cuando se le pregunta por los países donde se pueda haber falseado más con obra de Sorolla, la experta aclara que no se puede hablar de zonas en concreto, aunque señala que cuando una obra tiene una procedencia vinculable al expolio nazis, entonces los clientes cancelan las operaciones.
Babelia
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