Constantino Molina gana el Miguel Hernández de poesía joven
'Las ramas del azar' recibió en 2014 el Adonais

Rara vez puede uno tener certeza de cuándo deja de ser joven y rara vez interesa esclarecer esa frontera. En el caso de Constantino Molina (Albacete, 1985), sí. El escritor se alzó ayer con el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Poesía Joven Miguel Hernández por Las ramas del azar, un galardón concedido a menores de 31 años en el momento de la publicación del libro y dotado con 20.000 euros.
De su poemario Las ramas del azar, con el que ya ganara en 2014 el premio Adonais, el jurado ha destacado que es “un libro sereno en el que la naturaleza permite el descubrimiento de un sujeto contemplador del misterio de la vida, expresado de forma contenida y musical”. Mirar a lo mínimo y hacerlo grande, concentrarse en lo permanente en un mundo en el que Molina opina que prestamos demasiada atención a lo urgente, a la novedad, es definitorio de su poesía.
Debutó como autor en una antología, Tenían veinte años y estaban locos (La bella Varsovia, 2011), en la que muchos nombres despuntan y se confirman ya. La editó Luna Miguel, escritora jovencísima que fue un fenómeno en redes, previo al que impulsa ahora el que vive cierta poesía, libros de versos que venden hasta 50.000 y 60.000 copias, auténticos best-seller. “Marwan, Diego Ojeda, Vanesa Martín, Carlos Salem, Irene X o Loreto Sesma hacen poesía, sí, pero adolescente y carente de hondura. Es el mismo fenómeno de mercantilización, de banalidad, que ha alcanzado a todas las disciplinas de la cultura, solo que a la poesía ha tardado algo más en llegar”, opina Molina.

Entre sus autores de referencia están otros nombres: Claudio Rodríguez o sus paisanos Javier Lorenzo o Andrés García Cerdán. “Es indudable que hay una eclosión poética en la ciudad, es sorprendente”, dice, y cita la compilación El peligro y el sueño (Celya, 2016) que investiga esa concurrencia. De su generación —por biografía, no por poesía— menciona a gente como Javier Vicedo o Paula Bozalongo, o al también manchego Javier Temprado. Le gusta estar al tanto de lo que hacen otros.
Molina dejó la carrera de Humanidades y actualmente trabaja en un supermercado. “Entré para cubrir una baja y me renovaron. He desempeñado mil oficios y ninguno ha tenido que ver con la literatura y, de momento, espero poder estar aquí al menos un año más”. Encarna el paradigma de los jóvenes de hoy: desafección por academia e instituciones, talento reconocido y día a día precario. Preguntado por qué hará con los 20.000 euros insiste en que tendrá que consultar con la almohada la decisión, una, varias noches. Le gustaría emprender y acercarse a la gestión cultural, aunque no al libro: “Me gusta aprender de otras disciplinas y me encanta la pintura, sigo con fervor la obra de gente joven como Ana Barriga, José Carlos Naranjo o Ana Escribano.”
En su haber, además del Adonais de 2014, Molina ya tenía el Premio Jóvenes Artistas de Castilla-La Mancha de 2011 y el Premio de Poesía Joven Ciudad de Albacete 2012. El jurado que le ha concedido este, el más importante hasta ahora en su corta y fructífera carrera, estuvo presidido por la subdirectora general de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas, Mónica Fernández. Han actuado como vocales los galardonados en las ediciones de 2014 y 2015, Carlos Loreiro y Gonzalo Hermo; Miguel Sáenz Sagaseta, designado por la Real Academia Española; Jon Kortazar, por la Real Academia de la Lengua Vasca; Jorge Urrutia, por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE); Ana Rosetti, por la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE); Araceli Iravedra, por la Asociación Española de Críticos Literarios; Teresa Pérez Alfageme, por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE); Salvatore Bartolotta, por el Centro de Estudios de Género de la UNED; y José Luis Morante Martín, por el ministro de Educación, Cultura y Deporte.
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