La diplomacia sentimental de una Europa en crisis

Dos veinteañeros sevillanos, Caro y Juan, intentan cimentar su incipiente historia de amor en medio de la precariedad laboral y emocional a la que su juventud les ha abocado. Él parece cómodo improvisando soluciones y sin pensar en un futuro que ella necesita definir lo antes posible. La cámara del suizo Jan Gassmann se cuela entre sus fracturas y bajo sus sábanas.

Su crisis sentimental, junto a la de parejas procedentes de otros tres rincones de Europa, transcurre en paralelo con la que vive en los últimos tiempos el proyecto europeo. El resultado se muestra en el documental Europe, She loves, un estudio sobre la diplomacia sentimental que tiene lugar en las fronteras del continente y que se presenta estos días en el Festival de Cine Europeo de Sevilla.

Junto a un puñado de contactos de WhatsApp pertenecientes a amigos de amigos, Gassmann viajó durante tres meses para localizar y analizar a ocho personas sin miedo escénico, que se encontraban en el filo de lo geográfico y lo emocional. Quería infiltrarse en sus vidas.

Así logró cuatro tramas cerradas surgidas de la espontaneidad. “Las horas vividas dieron sus frutos, aunque no supiéramos qué iba a pasar mientras estábamos juntos. Casi todas las ideas preconcebidas sobre lo que podía rodar con ellos eran equivocadas. La vida nos pasó por encima”, cuenta el director, de pelo indomable y actitud tan distendida como la de su documental.

Su Zúrich natal, donde conversa sobre su película días antes de que se proyecte en el certamen español, no le resultaba en este caso el escenario apropiado para contar esta historia. “Prefería que todo ocurriera en ciudades que no conocía, que iba a descubrir al mismo tiempo que a las personas con las que rodaba”, explica.

En Tallin (Estonia), Harri y Veronika accedieron a participar en la película. Cuando, en mitad del rodaje, la primera hija de él apareció en su vida para encontrarse con el padre que nunca había conocido, el director encontró un enfoque que contextualizara la relación de pareja. Se centró entonces en mostrar las dificultades de construir una familia patchwork, que ha de integrar a los respectivos hijos de sus relaciones anteriores. También convivió en Grecia con Penny justo antes de que cambiara Tesalónica y a su novio Niko, diez años mayor, por un futuro laboral en Italia. Completó el retrato con los dublineses Terry y Shioban, que luchaban por vivir su relación sin el enganche a la heroína que los unió en el pasado.

Jan Gassman compaginó en el tiempo la humildad y veracidad de este documental con uno de los proyectos más ambiciosos y comentados del cine suizo reciente. En Heimatland (2015) invitaba a una decena de cineastas locales a rodar una subjetiva y autocrítica mirada a su país. A pesar del elevado tono social de su filmografía, los discursos políticos solo aparecen en Europe, She loves a través de la televisión o la radio; como si de una hiperrrealista banda sonora se tratara.

Mimado en festivales como el de Berlín o el de Locarno, el joven director llega a Sevilla tras lograr hace escasas semanas el premio al talento suizo emergente del Festival de Cine de Zúrich.Tanto reconocimiento le sitúa en primera línea para representar al nuevo cine de su país que, según su opinión, vivió sus grandes tiempos en los años 80 y que lleva mucho tiempo sin destacar. “Estoy harto de escuchar entre nuestros espectadores eso de ‘no está mal para ser una película suiza’. Al menos ahora una nueva generación está intentado encontrar un camino propio, más allá de limitarse a adaptar Heidi con Bruno Ganz haciendo del abuelo”, asegura.