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El pasado y el futuro de la danza bailan un ‘pas de deux’ en La Habana

Juventud y veteranía estrechan lazos en el 25º Festival Internacional de Ballet de la ciudad

JACINTO ANTÓN (ENVIADO ESPECIAL)
Una de las representaciones del festival.
Una de las representaciones del festival. JOSEP GUINDO

Los cuerpos de los bailarines se siluetean contra la claridad esplendorosa que entra por los ventanales hasta disolverse en un éxtasis de luz. Estamos en una clase magistral en la sede del Ballet Nacional de Cuba (BNC), en el distrito del Vedado, una de las muchas actividades del intenso programa del 25º Festival Internacional de Ballet de La Habana que se desarrolla en diferentes espacios de la ciudad hasta el domingo bajo la advocación de su nonagenaria inspiradora, Alicia Alonso (a partir de este año el festival se denomina como ella, en tributo a la gran bailarina cubana). Chicos y chicas muy jóvenes pero ya todos estrellas en diferentes compañías reciben una lección excepcional del maître Azari Plisetski, leyenda viva del mundo de la danza, exprimer bailarín del BNC y hermano de la fabulosa Maia Plisetskaya. Azari va a cumplir este año los 80 pero entre los jóvenes bailarines de cuerpos inenarrables se alza como un león en un pozo de danieles. “La pelvis hacia delante, el cuello erguido, de la nuca al coxis es vertical, quiero insistir en eso. Son ustedes profesionales, no tienen derecho a cometer esos errores. Quiero exigirles más calidad”. Entre las paredes azul cielo recorridas por barras y espejos, bajo las palas de los ventiladores del techo, los chicos y chicas asumen sumisos el correctivo. Un cisne negro de mirada melancólica y maillot chorreante de sudor se rasca disimuladamente la nalga. Un vapor húmedo llena la sala de una atmósfera de prieta sensualidad. La pianista vuelve a la carga sobre el teclado. “Coupé, plié…”.

Es un bellísimo y emocionante recordatorio de la importancia de la transmisión de la tradición. El festival posibilita e impulsa ese pas de deux entre el pasado y el futuro de la danza, como probó la presencia el jueves de la propia Alonso, sorprendentemente animada a sus 95 años, en el palco del rehabilitado Gran Teatro de La Habana que también lleva su nombre, en una de las galas con artistas cubanos e internacionales. Alonso recibió una ovación con el teatro puesto en pie y respondió agitando los brazos como alas en un momento de enorme emoción.

Vídeo: J. ANTÓN

Plisetski y otra leyenda viva de la disciplina, Aurora Bosch (1942), premio Anna Paulova, que ahora supervisa al BNC, evocaron después de la clase del primero los inicios de la moderna danza cubana en los años cincuenta y sesenta y la forma en que ellos contribuyeron a llevarla a la fama mundial. Él llegó prestado del Bolshoi pero no había casi chicos y a veces tenía que hacer cuatro Giselle en una semana con cuatro giselles diferentes. Reclutar jovencitos fue muy complicado. “Les buscamos en la casa de Beneficencia y por las calles, tuvimos que decirles que era para clases de esgrima porque lamentablemente en aquellos tiempos había muchos prejuicios”, explicó Bosch. “Pasaban los días y nos decían: ‘¿Dónde están las espadas?'. No aparecieron las armas pero logramos que muchos se quedaran”.

“Es una profesión dura, para bailar y para enseñar”, acordaron Aurorita —inolvidable Odile pese a su estatura— y Azari, que subrayaron la importancia de que "no se rompa la cadena, guardar las raíces, el legado”. El maestro, todo genio y figura, aprovechó para recalcar que no hay que dormirse en los laureles: “Veo que algunas cosas básicas se están olvidando. He visto en el festival a algunos bailarines fuera de música, que buscan dejar boquiabierto al público y pasan de la música en pos de la ovación, la proeza, una pirueta más. Nunca hay que olvidar que somos artistas. Tenemos que llevar un mensaje artístico y no meramente técnico”.

La técnica, precisamente, aunque no la de danza, fue la culpable el mismo jueves de que se suspendiera un programa en Teatro Mella al poco de empezar. Un corte de flujo eléctrico y la imposibilidad de solucionarlo obligaron a cancelar el espectáculo.

Actuación de uno de los bailarines del festival de La Habana.
Actuación de uno de los bailarines del festival de La Habana.ALBERTO BAÑOS

Todas las actuaciones del festival son seguidas por un público conocedor y entusiasta que llena los teatros. Y dos espectáculos acabaron ayer con todos los espectadores puestos en pie aplaudiendo y lanzando “bravos”: el del Buenos Aires Ballet, uno de los triunfadores indiscutibles del festival con sus energéticas y estimulantes piezas mezclando clásicos como Vivaldi con el jazz de Piazzolla o Duke Ellington; tuvieron que repetir tres veces el final de su Bastones dorados. El otro gran éxito fue el Don Quijote del Ballet Nacional de Cuba, con Anette Delgado y Dani Hernández en aéreo estado de gracia.

Más en general, la convocatoria permite ver bailar a grandes figuras jóvenes de prestigiosas compañías, como Osiel Gouneo, del Ballet de Munich, Maria Kochettkova, del American Ballet Theatre y Ballet de San Francisco o Ashley Bouder y Joaquin de Luz del New York City Ballet. Luz y Kochetkova, precisamente, fueron muy aplaudidos anteanoche en su espectacular pas de deux de Don Quijote. Entre lo mejor de esta edición, también una Giselle del BNC.

La Habana se llena de danza no solo en los teatros. Diversas exposiciones muestran esta disciplina a través de la fotografía y otros géneros artísticos en museos y centros. Particularmente hermosa es la consagrada al Ballet de la Opera de París del fotógrafo Pierre-Ellie Pibrac en la Casa Victor Hugo en la Habana Vieja. Como dice el lema del festival, tomado de Alejo Carpentier: “El espíritu de la danza es inseparable de la condición humana”.

'El lago de los cisnes', en el festival de La Habana.
'El lago de los cisnes', en el festival de La Habana.CORTESÍA DE ALICIA SANGUINETTI

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Sobre la firma

JACINTO ANTÓN (ENVIADO ESPECIAL)
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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