Lágrimas a la americana
Se basa en la historia de Ramón Arroyo, un treintañero con esclerosis múltiple
Las historias de superación están en la genética del modo de vida y del sistema americanos. Estados Unidos es un país forjado por infinidad de hazañas, grandes y pequeñas, o al menos así nos lo han contado: sus libros, sus películas, tanto los buenos como los malos. Relatos inspiradores que, a modo de espejo, servían a muchos otros para lograr salvar barreras físicas, y seguramente sociales. La experiencia, más o menos edulcorada, como método de autoayuda.
100 METROS
Dirección: Marcel Barrena.
Intérpretes: Dani Rovira, Karra Elejalde, Alexandra Jiménez, Clara Segura.
Género: drama. España, 2016.
Duración: 104 minutos.
Sin embargo, no parece que, en general, el afán de superación vaya en el ADN del español. Echen un vistazo a su alrededor, incluyéndose a usted mismo, y reflexionen. Quizá por todo ello son pocas las películas de nuestro país asentadas en semejante subtexto, en el estilo de esas obras de Hollywood "más grandes que la vida". Si se piensa en producciones minoritarias, sinceras y rigurosas, surge el documental Las alas de la vida (Antoni P. Canet, 2006). Y si se piensa en cine popular, con afán de mayorías, el que rebrota es Antonio Mercero y películas como Planta 4ª. Poco más. Pero quizá porque EE UU lo acaba globalizando casi todo, o porque el éxito en medio mundo de obras como la francesa Intocable, al parecer el cóctel perfecto de comedia, drama, dulzura, azúcar, mentira y rugosidad, ha inspirado esa comercialidad arraigada en el dolor superado, no parece tan extraño que surjan otras como 100 metros, dirigida y escrita no por casualidad por Marcel Barrena, autor de Mundo pequeño (2013), otro documental sobre la cuestión.
Basada en la historia real de Ramón Arroyo, un treintañero con esclerosis múltiple al que dijeron que no podría recorrer sin ayuda ni 100 metros y que acabó superando muchos obstáculos, la película tiene todos los ademanes de ese cine americano de superación: ternura, humor, drama y mensaje de asistencia moral que a muchos servirá de modelo y a algún otro le producirá rechazo, sobre todo si llega a la conclusión de que, más que la autosuficiencia, lo que se está rozando es la inservible terquedad.
Junto a Dani Rovira, que sale airoso de un papel evidentemente complicado, destaca un reparto de excelentes intérpretes, con Karra Elejalde y Alexandra Jiménez, a la cabeza, perfectos para mezclar, que no para aunar (esto es una comedia dramática, no una comedia negra), risas y tragedia, además del buen trabajo con la luz de Xavi Giménez. Pero la película, otra más, está medida hasta la extenuación. Como una perfecta campaña de donación de fondos que, eso sí, llenará de lágrimas los rostros de los habituales consumidores de sentimentalismo.
Babelia
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