El director de fotografía que pintaba pantallas
Un documental homenajea a Vilmos Zsigmond, ganador del Oscar por ‘Encuentros en la tercera fase’
Autenticidad. Esa es la palabra que, para todos aquellos que le conocieron o han estudiado su trabajo, define a Vilmos Zsigmond, uno de los mejores directores de fotografía de todos los tiempos. “Cuando él llegó a Estados Unidos no se hacía ese tipo de iluminación”, explica su colega Bruno Delbonnel. “No olvidemos que veníamos de la política de los estudios donde se pagaba mucho dinero a los actores y, por tanto, tenían que verse”. El propio Zsigmond explicaba que su oficio no consistía simplemente en embellecer una película sino en crear la atmósfera que cada historia requería. “Para mí, contar lo que ocurre en un filme visualmente es más importante que hacerlo con las palabras”, decía.
Vilmos Zsigmond nació en Szeged, Hungría, en 1930. Estudió en la Escuela de Arte Dramático y Cine de Budapest y comenzó a trabajar como director de fotografía a finales de los años 40. Junto con su gran amigo, el también operador de cámara Lázsló Kovácks, filmó la revolución húngara y la posterior invasión soviética de su país en 1954. Poco después huyó del régimen comunista y se estableció definitivamente en Estados Unidos donde contribuyó decisivamente a crear, durante los años sesenta y setenta, un nuevo estilo cinematográfico. “Nos preguntaban: '¿qué estilo estáis haciendo?'. Y nosotros decidimos llamarlo realismo poético”, explicaba. “La poesía está básicamente en la iluminación y en las composiciones. Intentábamos que parecieran cuadros. Así que nos basábamos mucho en Rembrandt, en Georges La Tour, en Caravaggio y, sobre todo, en los pintores holandeses”.
Vilmos Zsigmond ganó el Oscar por su labor en Encuentros en la tercera fase y estuvo nominado en tres ocasiones más por El cazador, Cuando el río crece y La dalia negra. Trabajó a las órdenes de directores tan prestigiosos como Steven Spielberg, Robert Altman, Michael Cimino, Brian De Palma o Woody Allen, pero siempre mantuvo su propio sello personal, ese toque único que sólo está al alcance de los grandes maestros. Un estilo que, según otro de los grandes de este oficio, el italiano Dante Spinotti, consiste en “una iluminación que reside en una enorme sencillez ligada a la fuerza de la composición del encuadre y una calidad cinematográfica siempre muy íntimamente ligada a la historia que está contado”.
Los días 5 y 11 de noviembre TCM dedica su programación a este genio del séptimo arte con el estreno en exclusiva del documental Iluminados por Vilmos Zsigmond, una película que se presentó en el pasado Festival de Cannes y que está dirigida por el realizador francés Pierre Filmon.
En Iluminados por Vilmos Zsigmond realizadores como John Boorman y Richard Donner; colegas de profesión como Vittorio Storaro e intérpretes como Isabelle Huppert o Peter Fonda hablan de las aportaciones de este gran cineasta al séptimo arte. “El director y el director de fotografía deben bailar juntos”, explica Peter Fonda. “Y entonces, cuando empieza el baile y se levanta el polvo, el director de fotografía debe captar ese polvo”.
En 1999 la American Society of Cinematographers le otorgó su Premio de honor, un galardón que corroboraba su inigualable calidad como cinematógrafo.
El nombre de Vilmos Zsigmond se puede leer en los títulos de crédito de casi un centenar de películas. Enamorado profundamente de su profesión, se mantuvo trabajando hasta poco antes de morir, el pasado 1 de enero de 2016. Dejó cinco proyectos en su agenda, huérfanos para siempre de su indiscutible maestría.
Además de conocer su vida y su trayectoria profesional viendo Encuentros con Vilmos Zsigmond, los espectadores de TCM podrán comprobar su extraordinario talento con algunas de las películas en las que trabajó como Los vividores y Un largo adiós, de Robert Altman, el director con el que más y mejor se compenetró; Defensa, de John Boorman, en donde contribuyó a crear con su fotografía el ambiente agobiante y opresivo que va envolviendo a los personajes en una espiral de violencia; Loca evasión, su primera colaboración con Steven Spielberg, y La puerta del cielo de Michael Cimino, uno de los mejores trabajos de toda su carrera, en el que logró un gama pictórica pocas veces vista antes en pantalla.
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