Guante de luna

Mi García Lorca, por lo menos el de hoy, es el poeta de la ausencia y del silencio, el que escribe “Hay un dolor de huecos por el aire sin gente…”. Poeta de la ausencia que deja “un largo silencio ondulado donde resbalan ecos y gritos”. Silencio ardiente, por lo intenso de su vida, “ondulado” por su larguísima resonancia por todo el planeta: ecos y ondas y huecos lorquianos que llegan, debajo de la puerta, todos los días, de todas partes, de tierras extrañas atentas a ese mismo silencio, donde quieren y necesitan a un poeta parecido, o no parecido, al mío.

En la época de su amistad con Dalí, este le contó que estaba haciendo unos experimentos o ensayos pictóricos con el fin de construir el vacío; que había descubierto, antes que nadie, “la plasticidad de los huecos”. Pero el poeta andaluz ya intuía un mundo de zapatos, guantes abandonados, trajes sin gente, gente sin trajes. “En los guantes y en los sombreros está toda la personalidad cuando se han usado y empapado”. Para Lorca, más que un motivo pictórico, el hueco —“dolor de huecos”— es un intento de dar forma tangible a la ausencia. Me maravilla cómo, en su ansia por convertir lo abstracto en lo sensorial —lo que hacen con frecuencia sus metáforas—, logró tocar la ausencia, tomarla en sus manos redondas, darle forma, y de repente hacernos ver que todo se ha ido. “Ruedan los huecos” y nuestra soledad es ya palpable. “Para ver que todo se ha ido, para ver los huecos y los vestidos, dame tu guante de luna…”. Guante blanco, vacío, remoto: prenda de la soledad, de lo que falta. Poder tocar y llevar lo que falta, es lo que deja con nosotros.

Christopher Maurer (Abington, Pensilvania, 1949) es catedrático de Literatura Española en la Universidad de Boston.