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JUAN DE DIOS MARTÍN | Productor español en Los Ángeles

“Un productor ejerce de entrenador, capitán de barco y niñera”

El hombre que grabó a Xoel López y Amaral ofrece sus consejos a los nuevos talentos musicales en el festival murciano BigUp!

El productor Juan de Dios Martín.
El productor Juan de Dios Martín.FERNANDO NEIRA

Una de las primeras ocasiones en las que Juan de Dios Martín se enfrentó a los férreos controles aduaneros estadounidenses, el policía le requirió el móvil para cerciorarse de que no incluía ningún elemento sospechoso. Al comprobar que en el fondo de pantalla aparecía el propio Juan de Dios abrazado con Quincy Jones, el mítico productor de Thriller, dio un respingo y proclamó,  solemne: “Bienvenido a los Estados Unidos”. “Puedo decir que Quincy me abrió las puertas del país”, rememora entre risas este coruñés de 40 años que, tras fracasar con la banda Cambio de Planes, se afianzó como uno de los mejores productores españoles con su estudio madrileño, Casadiós, y ha acabado codeándose con los más grandes (su teléfono lo atestigua), ahora que ha fijado su residencia en Los Ángeles.

“Supongo que en EE UU, por una cuestión cultural, la música no solo es una profesión que puede ofrecer estabilidad económica, sino también prestigio, respeto”, certifica este hombre de aspecto inconfundible tras sus gafas de pasta, visera y barbas de chivo. Y refrenda, con más retranca que pudor: “Aquí era complicado decir ‘Quiero ser músico’, porque la siguiente pregunta suele ser: ‘Ya, vale, ¿pero de qué trabajas?’. E incluso con un cierto volumen de trabajo, acabas tocando hasta las tres de la mañana por 50 euros y poniéndote a cargar una furgoneta como un loco. Estamos obligados a buscarnos la vida todo el rato”.

Habla el hombre que se convirtió en el primer gran aliado musical de Xoel López y ha producido, entre otras joyas, a Amaro Ferreiro, Hacia lo salvaje (Amaral), Tommy Barón (Barón Rojo) o la reedición del debut de Los Secretos y de La leyenda del tiempo, de Camarón. Versatilidad y palabras mayores para un hombre que, entre George Martin y Phil Spector, se decantaría por “una equis en la quiniela”. “El productor es un tipo que ejerce a la vez de entrenador, capitán de barco y niñera”, sintetiza. “A mí me gusta intervenir en el proceso y guiarme por dos ideas básicas: asegurarse si algo mola o no mola y no tener miedo al ‘a ver qué pasa’, a probar en distintas direcciones. A partir de esos criterios, todo recae en la honestidad del músico. Por muchos fuegos de artificio que quieras incorporar a la producción, el artista debe seguir siendo él mismo. Y no intentar que su obra le guste a todo el mundo ni que sea reseñada en todos los periódicos”.

Todas estas reflexiones surgen en el marco del BigUp!, un congreso para profesionales y músicos emergentes que inaugura desde hace cuatro años la temporada otoñal en Murcia. Y hasta aquí, el mayor hervidero de nuevas bandas (junto a Granada y Gijón, seguramente) que la música popular española ha conocido en el nuevo siglo, se ha desplazado Juan de Dios en sus cada vez más inevitablemente escasas incursiones peninsulares. Chavales que apenas han cumplido los 20 años pero atesoran ya un insólito volumen de buenas canciones le escuchan sin pestañear y reclaman consejo para hacerse oír en el enjambre de las redes sociales. “Yo siempre les digo que es importante defender tu idea, aunque la gente no la entienda”, resume. “Ahora, por ejemplo, tendemos a pensar que lo más prometedor es el circuito de festivales, pero quizá el músico que entra en el estudio tenga ideas más interesantes que eso no ya solo para su primer disco, sino para su segundo y su tercero”.

La leyenda del tiempo, sin ir más lejos, es la piedra angular de la fusión flamenca, pero en su día no lo entendió nadie”, prosigue. “Desde su publicación, en 1979, a la muerte de Camarón, en 1992, había vendido la ridícula cantidad de 6.000 ejemplares. Cuando me enfrenté a una obra maestra de tal envergadura, la responsabilidad era grande y fundamental: no joderla. Pero la remezclé en un portátil, con [el programa de edición musical] Protools, que no es nada que no tenga nadie. La magia ya estaba allí, no necesitaba ningún medio técnico asombroso”.

Martín, en resumen, es un desmitificador. Quizá sea cosa de la educación galaica, en la que los misticismos no sirven para afrontar el quehacer cotidiano, la vida misma. Al hombre que se fotografió junto a Quincy Jones le preguntan con insistencia cómo se aprende a producir, y él responde con un tosco pero elocuente dicho gallego: “Igual que se aprende a capar: ¡cortando cojones!”. Y finaliza: “Nuestro trabajo está a la vista de todo el mundo. Lo vas haciendo, pegándote cabezazos y asumiendo que no hay una única manera de producir. No existe el Libro de la producción musical, y si lo hubiera sería muy aburrido… Por eso yo insisto siempre en la importancia de equivocarte muchas veces y tener autocrítica. Lo mismo que cuando surge la chispa saber decir: ‘¡Mira, ahora ha estado bien!”.

La camada del talento

Uno de los mayores atractivos del BigUp! consiste en descubrir de primera mano a las revelaciones más recientes de la cantera local, un filón que no parece tener fin. En lugares emblemáticos del centro de la ciudad y con una amplificación mínima, varios miles de murcianos pudieron a lo largo del sábado conocer a siete de sus formaciones paisanas más emergentes y a una octava formación, los conquenses Fizzy Soup, en calidad de invitados por haber obtenido el premio a la mejor nueva banda en el último Sonorama Ribera (Aranda de Duero).

Muchas de las miradas y de las esperanzas se depositan ahora en los jovencísimos Glasgow, cuatro chavales recién entrados en la mayoría de edad que se tiznan las caras con purpurina azul y evocan a unos The Strokes de instituto, con un cantante tímido, cautivador y extrañamente carismático. Es un grupo aún balbuceante, pero con un ángel muy acentuado. Mucho más madura está ya la propuesta de AlvMcMartin, un tipo con sombrero, corbata y tirantes, profesor de inglés, que parece el hijo barbudo y pelirrojo de Ray Charles (quizá con Allen Toussaint en algún otro lugar del árbol genealógico). Las opciones más comerciales recaen en Claim y Aire Canadá, dos formaciones adscritas a ese indie pop que logra colar sus himnos sentimentales entre un público amplio. Un poco a la manera de Supersubmarina, aunque el cantante de Claim recuerda más en el timbre de voz a Javier Ojeda, de Danza Invisible. Ambos acabaron en un momento dado cantando entre los espectadores a pecho descubierto, sin un solo micrófono enfrente.

Entre las candidaturas más esperanzadoras tampoco podemos olvidar a Estúpido Flanders, un dúo chica-chico de sabor rural, añejo y muy norteamericano, dos estudiantes de Marketing y Publicidad que han escuchado, aun siendo veinteañeros, toneladas de blues. Kessels destaca por su cantante dramático y desmadejado, siempre indeciso entre el dolor y la redención. La canción de autor cosmogónica de Río Viré, un cartagenero de largas rastas, sirvió, ya a la caída de la tarde, para poner término al festival junto a las Caballerizas de los Molinos del Río. Por algún motivo digno de estudio, queda claro que Murcia sigue siendo una tierra de fertilidad extraordinaria para la música popular.

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