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EL HOMBRE QUE FUE JUEVES
Columna
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Notas sobre Buero

Marcos Ordóñez

A Buero Vallejo lo descubrí por televisión (Estudio Uno, Teatro de siempre) en mi adolescencia. Mis recuerdos son doblemente lejanos, porque muchas de las obras de su primera época no se han repuesto, pero permanece el impacto que me causaron. Sainetes oscuros, como, desde luego, Historia de una escalera, su obra más conocida y más representada; Hoy es fiesta, que transcurría en una azotea tan abierta como claustrofóbica; y la que más me gustaba entonces, Irene o el tesoro, con un duende que guiaba a su protagonista por un mundo paralelo. También me fascinaron En la ardiente oscuridad, con el ciego amargo que se rebelaba contra los ciegos felices, y El concierto de San Ovidio, para mí su mejor texto, el que más querría volver a ver, con Bódalo y Rodero enfrentándose a garrotazos en la tiniebla. Leí luego sus otros frescos históricos: Las meninas, Un soñador para un pueblo y El sueño de la razón, con el gran golpe de teatro de hacer real en escena la sordera de Goya, una prolongación de la ceguera de piezas anteriores. A la memoria llegan más tarde La fundación, El tragaluz (que vi tiempo después, también en televisión) y, muerto Franco, La doble historia del doctor Valmy,prohibida durante doce años: dramas apasionados, ricos en invención, que comenzaban a resultarme demasiado retóricos.

De repente dejé de seguirle: prefería otro teatro. Buero fue un dramaturgo importante, ambicioso y honesto, de gran influencia, pero, para mi gusto, excesivamente volcado hacia la tragedia. Y, en su última época, hacia la obviedad simbólica. Siempre eché en falta algo de humor en sus piezas. Humor en el sentido chejoviano, como contrapunto o realzante del drama. Claro está que su vida no fue fácil, ni apacible su mirada.

Estas líneas son meros apuntes que no pretenden abarcar una obra tan amplia y tan importante en nuestra historia teatral. ¿Piensan lo mismo los programadores? Que yo sepa, ningún teatro público ha decidido montar un texto de Buero con motivo de su centenario. “Me dicen que no hay dinero para montar una obra suya”, le comentaba Victoria Rodríguez, su viuda, a García Garzón en ABC.

En dos o tres semanas aparecerá el epistolario entre el dramaturgo y el novelista Vicente Soto

Comprendo que sus piezas históricas puedan resultar demasiado costosas (La detonación rondaba los 40 personajes) pero si no las monta un teatro público ¿quién lo va a hacer? Aunque no todas sus obras tienen amplios repartos. ¿A ningún productor del circuito comercial, a ningún director del off le ha tentado releer alguno de los títulos que tanto éxito obtuvieron en su día? Quizás sea mejor, me digo, no hacer las cosas por imperativos del calendario, y dejar que lleguen los enamoramientos si han de llegar, aunque pienso luego lo contrario: que sin ayuda, sin voluntad de rescate, el teatro de Buero corre el riesgo de esfumarse. Por cierto: me comenta Domingo Ródenas que en dos o tres semanas aparecerá el epistolario (“no solo inédito, sino absolutamente desconocido”) de Buero Vallejo con el novelista Vicente Soto, el autor de La zancada, exiliado en Londres. Cincuenta años de cartas, de las cuales se ha seleccionado la mitad para el volumen que publica la Fundación Santander.

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