Más lejos lleva la verdad
La función es un regalo y sus tres horas de duración pasan volando
El del dramaturgo Wajdi Mouawad es un teatro urgente, que aborda temas mayores sin darse importancia y embarca al espectador en una singladura trágica sin parangón en la escena contemporánea. Sus personajes son de la estirpe de los de Sófocles, aunque vistan como nosotros y vivan peripecias de ahora: la de Incendios, su obra central, está inspirada en la Guerra del Líbano, que convirtió a su autor y familia en refugiados, cuando tenía ocho años.
Sin datarlas ni mencionarlas por sus nombres, en esta función se rememoran, como parte de la aventura que emprenden sus protagonistas, las luchas entre milicias palestinas y cristianas, el ametrallamiento falangista de un autobús repleto de refugiados, la invasión del ejército israelí, las matanzas de 3.500 mujeres y niños en los campos de Sabra y Chatila… Podrían evocar igualmente la Siria de ahora, y las atrocidades que se enumeran, las que cometen e ilustran con vídeos las milicias pretendidamente moderadas de Nuredin al Zinki, y de Ahrar al Sham, que ambiciona instaurar la sharia.
Nada es lo que parece, en la realidad ni en Incendios, hilo de Ariadna que, tras mil extravíos del espacio-tiempo, nos conduce hasta el origen de sus protagonistas.
La función que nos sirve el director Mario Gas, a iniciativa de la productora Pilar de Yzaguirre, sirve el texto a cuerpo limpio, siguiendo la estela de la función original quebequesa: soportaría perfectamente una crítica comparada. Para que en tres horas, que se pasan volando, quepan los sucesos íntimos y los históricos, Gas, en la estela de Mouawad, simultanea en ciertas escenas presente y pasado, y solapa el final de alguna con el inicio de la siguiente, recurso este que convierte al público en surfista del espectáculo. En otras, mantiene las transiciones convencionales, con oscuro o sin él.
La función es un regalo, también para sus intérpretes. Para Ramón Barea, al que el papel de notario y guía le sienta no menos bien que a Richard Thériault: lo que este llevaba a humorístico campo traviesa, aquel lo lleva con entera seriedad, sin abrir menos camino por ello. Hace una labor formidable, y al final de la representación, nos sorprende sacando chispa donde nadie se lo espera. Laia Marull tiene en casi todo momento el peso y la verdad de Nawal joven: su monólogo del odio y de la promesa, mueve el alma.
Nuria Espert hace su mejor papel desde mucho tiempo atrás: su extenso monólogo central, dicho a palo seco y con cuatro gestos justos, me emocionó y sacó la lágrima. Carlota Olcina y Álex García hacen eficaz labor de zapa, con momentos de brillo, en los papeles de los gemelos enfrentados al enigma que les plantea el testamento materno. Lucía Barrado aporta frescura donde más falta hace; Edu Soto, una veta de locura, en su papel de clown feroz, y Alberto Iglesias, comodín, está especialmente acertado cuando encarna a Antoine, el hombre que pone a Nawal en la pista de lo que su madre calla. Una gran labor de conjunto, a la que solo estorba algún subrayado musical, y tal vez, al final del primer acto, se echa en falta el empleo del aspersor de césped que en el original era una metáfora perfecta del ametrallamiento que marcó la vida del niño Mouawad y de los habitantes de Beirut.
INCENDIOS
Autor:
Wajdi Mouawad.
Traducción:
Eladio de Pablo.
Intérpretes:
Ramón Barea, Laia Marull, Nuria Espert, Carlota Olcina, Álex García, Edu Soto, Lucía Barrado, Alberto Iglesias.
Espacio sonoro:
Orestes Gas.
Vídeo:
Álvaro Luna.
Vestuario:
Antonio Belart.
Escenografía:
Carl Fillion.
Dirección:
Mario Gas.
Madrid: Teatro de La Abadía, hasta el 30 de octubre. San Sebastián: Teatro Victoria Eugenia, 11 y 12 de noviembre. Vitoria: Teatro Principal, 17 y 18 de noviembre. Logroño: Teatro Bretón, 19 y 20. Zaragoza: Teatro Principal, 24 y 25. Pamplona: Teatro Gayarre, 26 y 27. Murcia: Teatro Romea, 2 de diciembre. Málaga: Teatro Cervantes, 9 y 10.
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