Caníbales contra ‘hippies’
La única directora que compite en Venecia, Ana Lily Amirpour, propone la distópica 'The Bad Batch'. Stéphane Brizé muestra la plana 'Une vie'
Hay cientos de razones por las que una película puede no gustar. La dirección, la trama, el trabajo actoral, el mensaje, etcétera. En las salas de la Mostra, que acoge filmes y espectadores de lo más pintoresco, se pueden escuchar también motivos como estos:
–Mi sillón era incómodo.
–Le di una estrella porque no la entendí. Si no, le hubiera puesto cinco.
–Tenía una buena fotografía. Vamos, un rollo.
–Solo degollaban a todos. Me salí a los 20 minutos.
Hasta la fecha, la mayoría de la competición oficial ha caído víctima de alguna, o muchas, de estas insidias. Cierta unanimidad celebra La La Land, el musical de Chazelle, aplaude la argentina El ciudadano ilustre y condena Les Beaux Jours d’Aranjuez, de Wenders, o la italiana Piuma. Pero los demás filmes pasan de fallidos a intrigantes según el interlocutor. La tendencia se ha vuelto a repetir hoy con The Bad Batch, de Ana Lily Amirpour —única directora que opta al León de Oro—, y Une vie, de Stephane Brizé. Así que, a falta de tres días, la incertidumbre de cara al palmarés crece.
El segundo filme de Amirpour es, si cabe, todavía más extraño que su ópera prima. En Una chica vuelve a casa sola de noche, la estadounidense proponía una suerte de western de vampiros iraníes. Aquí, filma un Texas distópico y brutal donde los bad batches (lotes malos) humanos —débiles, locos, inmigrantes y cualquiera que sea distinto— son exiliados en un desierto. Parte de ellos se entrega al culto de la fuerza y al canibalismo; otros montan una comuna hippy a lo Burning Man, liderados por un profeta que promete un sueño y en realidad ofrece drogas y nadería.
Entre ambos bandos se mueve la protagonista, mutilada justo al principio y en busca de su sitio en ese entorno tan hostil. Aparte de sus divos (Suki Waterhouse, Jim Carrey, Keanu Reeves, Jason Momoa), The Bad Batch cuenta con una idea arriesgada, que atrapa e inquieta en su primera parte, mientras baila entre western, psicodelia y violencia explícita. Hasta lleva a soñar con otra Mad Max. Hasta que el filme se desinfla en historia de amor y de los ecos de la saga de George Miller ya no queda nada.
Con Une vie (Una vida), Brizé también cambia de registro. Tras su hábil y sutil relato de la crisis en La ley del mercado, ahora se mide con la adaptación de una novela de Guy de Maupassant. Ambientada en 1819, la película narra, muy despacio, el drama de una joven de familia noble traicionada poco a poco por todos: su marido, su hijo, su patrimonio, el mundo entero. “Es una criatura rara, maravillosa, porque su mente no tiene segundos fines”, asegura Brizé en un comunicado. La crítica de Variety sostiene que “Une vie acumula relevancia con cada evento aparentemente menor, hasta que la imagen del personaje se completa”. Para llegar a ese momento, sin embargo, pasa una vida.
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