Un milagroso desastre
La 'restauración' del Eccehomo de Borja inspira una ópera en Denver (EE UU). El montaje se ha presentado este sábado en el pueblo zaragozano
Todo Borja ha subido al santuario a ver a los cantantes españoles que, junto a la coral Vientos del Pueblo, presentan, bajo la supervisión de Andrew Flack y Bárbara Duff, y con la dirección musical de Esmeralda Jiménez, una muestra de la ópera que se estrenará el año próximo. El personaje de Cecilia canta que en un sueño Dios le pide que restaure la pintura que va a hacerla, casi a su pesar, célebre. Más tarde cantan: "Lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió para avergonzar a los fuertes; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia." Deshacer para hacer. Comienza el milagro.
El fantasma de Elías García Martínez, el pintor del Eccehomo original, le canta a Cecilia su tristeza por el deterioro de su obra. Restáurala, le pide. Pero a ella no la dejarán terminar lo que ha empezado guiada por la voz de su sueño. Y así, los personajes, más o menos imaginarios, cantan lo triste y divertido de esta historia maravillosa, lo tragicómico y absurdo, lo profundo y lo superficial. Pero, sobre todo, cantan la emoción que a todos, aquí, ha transformado. A la espera, todo llega.
También a Goya le retocaron algunas de sus pinturas. Y tampoco, según parece, le gustó en absoluto el resultado. Escribió una carta de queja ante tal restauración. Una queja amable, pese a todo, en la que dice que cuanto más se toquen las pinturas con el pretexto de su conservación más se destruyen. Y añade que ni los propios autores, si pudiesen revivir tiempo después, serían capaces de retocarlas perfectamente a causa del tono rancio que a los colores da el tiempo. Porque el tiempo es también quien pinta, escribe Goya. Y aún añade más. No es fácil, explica, retener el intento instantáneo y pasajero de la fantasía y el acorde y concierto que se propuso en la primera ejecución.
En El milagroso desastre, como así lo han llamado, que nos trae hoy hasta Borja, Zaragoza, el tiempo, sin duda alguna, está jugando a favor. No a favor, de la pintura original de Elías García Martínez, devorada ya años atrás por la humedad y el salitre, pero sí de la localidad, y de sus gentes. El Eccehomo reconstruido, o acaso deconstruido, por Cecilia Giménez ha congelado el tiempo y se ha convertido en él. En tiempo que pinta. Y en historia. Y ello mal que les pese a muchos. La fantasía, el acorde y el concierto de don Elías, durante aquellas dos horas que le llevó la ejecución de la obra original, ya no los vemos en la pared del santuario. Ni siquiera los intuimos. Pero esa, hoy por hoy, ya es otra historia.
El balcón de la Casa Consistorial está repleto de jóvenes que celebran, y que tiran confeti, petardos y serpentinas. Los de la plaza cargan, en un carro de supermercado, con una improvisada y atronadora disco-móvil. Las terrazas de la plaza están llenas, y el ambiente es festivo, muy festivo pese a las nubes que amenazan el día. Demasiado loco todo para una ópera, por muy tragicomedia contemporánea que esta sea, según nos dicen. Son los 'kintos del 98', pero la fiesta parece ya inevitable. Escuchamos hablar de la ópera por las calles. Hay quien dice que le pasaría a la pintura un rodillo negro. Unas señoras nos dicen que le han hecho una foto al Eccehomo y que ha salido pavoroso. Más feo de lo que es, añaden. Hay quien dice que todo se llevaba en secreto y que apenas se han enterado de que hoy, es el estreno mundial. Pero lo cierto es que, como muchos otros nos cuentan, la expectación es máxima desde hace ya tiempo. Un tipo muy extraño con gorra de beisbol, pantalones cortos y calcetines hasta media pierna se paseaba hace unos días por la plaza, nos dice un camarero. Y mira por dónde era Andrew, el de la ópera.
Andrew Flack, el libretista y alma de esta peripecia, está exhausto, dice, pero feliz. Desborda tanto entusiasmo como quienes le rodean, sean del equipo o sean habitantes de Borja. Ha venido desde los suburbios de Denver para presentar una muestra de lo que habrá de ser Behold the Man, la ópera en la que un desastre se convierte en milagro. Es la única manera, nos cuenta, en que es posible pensar lo que aquí ha pasado. Lo importante no es lo que ha sucedido, sino cómo se ha reaccionado y asimilado. Y todo, desde la comedia. Una 'black comedy', nos dice, basada en un humor orgánico e inteligente. El humor, afirma rotundo, es universal. Funcionó en Denver, donde ya se hicieron pases de prueba, y funcionará aquí. Cuando Andrew aparece en la televisión del restaurante en el que comemos incluso unos niños ruidosos que juegan a la oca detienen su juego y le prestan atención. Una familia que lleva toda la comida hablando de la muerte también calla. Desde todas las mesas miran al televisor, y Andrew y los suyos, con Bárbara Duff, la productora, entran en el comedor para verse en la pantalla causando aún más revuelo.
Si no lo hubiese hecho Cecilia, ni la pintura existiría ya ni todo esto, que no cambiamos por nada, estaría sucediendo, nos comentan. "We love Cecilia. She's like a queen", nos dice Barbara Duff. Nadie puede afirmar qué es bendición o qué es maldición. Picasso dijo en cierta ocasión que su arte era una suma de destrucciones. Destruyo para luego construir. Y, en el fondo, no se pierde nada. Como aquí, esta noche de agosto, ha sucedido. Nada se ha perdido, nada se pierde.
Un despropósito con éxito internacional
Cecilia Jiménez, una octogenaria aficionada a la pintura, intentó restaurar, con muy mal resultado, un eccehomo del siglo XIX en el Santuario de la Misericordia, en Borja (Zaragoza) en agosto de 2012. La imagen de la pintura mural con la cara deformada del Cristo dio la vuelta al mundo.
El pueblo ha sabido aprovechar su momento de gloria y ahora recibe miles de turistas, cobra entrada al santuario que conserva la obra que perpetró, con toda su buena voluntad, la vecina Cecilia y ha inaugurado un centro de interpretación del eccehomo, que ya tiene su ópera.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.