Todo vuelve
Jaca ofrece en su iglesia barroca del Carmen un concierto del grupo británico Fretwork dentro del Festival Internacional en el Camino de Santiago
Quien visitara el pasado lunes en Jaca su extraordinario Museo Diocesano y asistiera por la noche en la barroca iglesia del Carmen al concierto ofrecido por el grupo británico Fretwork, pensaría que se encontraba en alguna gran capital cultural europea y no en una modesta localidad pirenaica. El primero atesora una colección de pinturas murales románicas sin apenas parangón en Europa, mientras que el segundo se enmarca en el Festival Internacional en el Camino de Santiago, que este año celebra su primer cuarto de siglo de historia con una oferta reforzada de conciertos gratuitos en varias iglesias de la comarca, muchas de ellas verdaderas joyas artísticas.
Siguiendo el ejemplo de Bach, transcriptor contumaz de músicas propias y ajenas, el grupo de violas británico Fretwork decidió hacer suyas hace unos años las Variaciones Goldberg, uno de los mejores ejemplos del afán enciclopédico y la querencia por el monotematismo del último Bach. El experimento funciona muy bien en contadas ocasiones (Variaciones núms. 10 y 22, por ejemplo), cuando la escritura imitativa permite un reparto democrático de las voces dentro del quinteto; bastante bien, aunque no siempre, en los nueve cánones; regular cuando proliferan los transportes, casi siempre parciales, a la octava inferior; y mal o muy mal en el bloque virtuosístico que Bach sitúa tras la núm. 25, cuya escritura es tan inequívocamente clavecinística que, trasplantada con calzador a las violas, deja las cuatro variaciones, a fuer de desnaturalizadas, casi irreconocibles.
De aquel Fretwork nacido en 1985 en Barcelona, cuando se cumplían 300 años del nacimiento de Bach, solo queda Richard Boothby. Sus dos incorporaciones más recientes (Emily Ashton y Sam Stadlen) son magníficas, pero raramente pudimos oír a los cinco juntos y todos acabaron estrellándose antes o después contra el muro de lo que, recordando a Biber, ellos mismos convirtieron en una Harmonia artificiosa-ariosa. Las Variaciones Goldberg han permitido revoluciones protagonizadas por Glenn Gould, John Lewis o Uri Caine, pero la de Fretwork es, por así decirlo, regresiva, no progresiva, apropiándose de una música de futuro que se resiste a volver al pasado.
Al final del viaje propuesto por Bach, regresa la misma Aria que escuchamos al principio, tal como reza el lema que María Estuardo mandó bordar en su trono, Ma fin est mon commencement, título a su vez del rondeau homónimo de Guillaume de Machaut y que T. S. Eliot traduciría al inglés, con su reflejo, en East Coker, el segundo de los Cuatro Cuartetos: “In my beginning is my end” – “In my end is my beginning”. Influido por las teorías cíclicas y el concepto cíclico de ricorso de Giambattista Vico, James Joyce hizo que la truncada frase inicial de Finnegans Wake solo se completara y cobrara sentido con la que cierra el libro. Son variantes del principio básico de la filosofía hindú: “Todo vuelve”. A Jaca también se vuelve siempre.
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