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CRÍTICA | Hello, my Name is Doris
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un flechazo extemporáneo

Es una comedia cargada de apuntes sobre las relaciones laborales, familiares y afectivas

Tráiler de 'Hello, my Name is Doris' dirigida por Michael Showalter.

HELLO, MY NAME IS DORIS

Dirección: Michael Showalter.

Intérpretes: Sally Field, Max Greenfield, Stephen Root, Peter Gallagher.

Género: comedia. Estados Unidos, 2015.

Duración: 95 minutos.

Esa cultura de la autoayuda que, por regla general, suele ser una cultura del autoengaño y la flamante tendencia de redefinir los entornos laborales como espacios lúdicos no hacen sino subrayar la desconexión de la sexagenaria oficinista Doris con un presente que camufla de amabilidad su médula hostil. Doris acaba de enterrar a su madre, vive en una casa que es una trinchera de memoria levantada con la constancia de quien nunca ha querido afrontar su síndrome de Diógenes y, entre el deseo de reinvención y una cierta sensación de orfandad otoñal, experimentará algo tan inesperado a esas alturas de la vida como un flechazo. My Name is Doris, segundo largometraje de Michael Showalter –profesional de amplia trayectoria televisiva y creador de la serie Wet Hot American Summer-, es una comedia cargada de incisivos apuntes sobre las relaciones laborales, familiares y afectivas en tiempos de experiencias mediatizadas por las redes sociales, pero, sobre todo, es un complejo retrato de personaje al que Sally Field se entrega con encomiable generosidad y flexibilidad. La película no está lejos de otros recientes trabajos como Manglehorn (2014) de David Gordon Green, Grandma (2015) de Paul Weitz o Una madre imperfecta (2015) de Lorene Scafaria: en cada una de estas propuestas, la herencia del indie se pone al servicio de confeccionarle un traje a medida a una estrella veterana.

Basada en el cortometraje de la co-guionista Laure Terruso Doris & The Intern (2011), Hello, My Name is Doris sigue el desarrollo, abocado al fracaso –pero también a una serena aceptación-, de la atracción romántica que siente la protagonista por un joven ejecutivo de la empresa en la que lleva años empleada. El modo en que Sally Field defiende la dignidad de su personaje en su extemporánea aceleración romántica ilustra la valiente honestidad de la película.

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